Para entender el impacto de Creame en la cultura y la economía nacional hay que dar un gran salto en el tiempo: de cuando emprender era una palabra que no existía en el diccionario empresarial latinoamericano, al hecho cumplido de que en la más reciente búsqueda de la Alcaldía de Medellín de las 100 ideas de negocio más innovadoras de la ciudad, para un concurso de capital semilla, se hayan inscrito 3.776 propuestas. Este es un fragmento sobre Creame, extractado del libro Historias de Negocios Altamente Inspiradoras.

Esa línea de tiempo no es de siglos ni de largas décadas: es de 22 años, los que cuenta en su historia la inicialmente llamada Incubadora de Empresas de Base Tecnológica de Antioquia, hoy conocida más breve y familiarmente como Creame, una entidad dirigida actualmente por María Liliana Gallego Yepes. En realidad, una oda al emprendimiento que ha cambiado decenas de miles de vidas en el país.

Lo valioso de Creame es que en sí misma es mucho más que una empresa: es una alianza en la que participan de manera mancomunada Academia, Estado y empresas privadas. Lo que denominan “triple hélice” impulsora del crecimiento en todos los sentidos y direcciones.

Su directora nacional, Liliana, la define como una “plataforma integral que acelera el tejido empresarial emergente, teniendo como principio la transformación de la estructura empresarial, en coherencia con el propósito de sostenibilidad: ambientalmente amigable, económicamente rentable y socialmente responsable”.

Desde 1996 hasta hoy, Creame ha acompañado la creación y el crecimiento de más de 21 mil empresas de los más diversos sectores en el país, con lo que ello significa en la generación de empleo, sin hablar de otros renglones de influencia económica y social. Su acción se extiende hoy a 22 departa- mentos del país, y su modelo ha sido ejemplo para su réplica y desarrollo en más de diez países de Latinoamérica.

Una historia a varias voces

Por su propia naturaleza, la narración de la historia de Creame es polifónica. Podría comenzar por la actualidad, cuando el presidente del Grupo Argos, Jorge Velásquez, la define como “un ejemplo para mostrar a Colombia y el mundo” como alianza público – privada y académica. O por la síntesis que ofrece el rector de la universidad Eafit, Juan Luis Mejía: “Ha traído a esta ciudad nuevas ideas, ha refrescado no solamente el lenguaje sino también el ambiente de emprendimiento”.

Se dice rápido, pero se vive despacio. En palabras de Liliana Gallego, “Creame ha escrito su historia con el alma”. Comenzó a mediados de la década de los 90, cuando la gente se preparaba en las universidades para emplearse en una empresa. Los que eran empresarios lo eran por familia, o unos pocos por extrema necesidad. Para entonces ser empleado, ingresar a una empresa y salir a los 30 años o más como jubilado, era el mejor camino a la seguridad económica.

Pero el modelo se iba agotando y, como consecuencia, el desempleo crecía. Además, el mercado nacional se ajustaba a las políticas de apertura económica, como se llamó la entrada del país al circuito de la globalización económica. En Europa ya se comenzaba a hablar de la necesidad de generar nuevas empresas, no solo como actores de mercado, sino también como fuentes de empleo. Pero por estas latitudes, nada al respecto.

Bueno, tampoco ‘nada’. Proantioquia, fundación creada en 1975 para construir una región más competitiva en lo económico y equitativa en lo social, venía pensando en el tema, y pasó de la idea a la práctica.

Liliana recuerda que se trabajaba en responder “a dos preguntas de la sociedad: dónde están las empresas que Colombia y la región necesitan y dónde está el empleo que Colombia y la región necesitan”. “De ahí nació la necesidad de una institución como Creame, que tiene ese foco fundamental en generar más riqueza social”, complementa Rafael Aubad López, quien fue presidente ejecutivo de Proantioquia.

En la ruta conjunta y nacional del emprendimiento

La articulación de la red dio origen en 1996 a la Incubadora de Empresas de Base Tecnológica de Antioquia, hoy Creame. La misión fue poner a Medellín a hablar de emprendimiento y practicarlo, además de cimentar las bases para un ecosistema que en el futuro delegara en esa actividad una importante área del desarrollo económico, como ocurre en las economías mundiales más desarrolladas.

“El mandato fue que si no trabajaba con las universidades, con los inversionistas, con las empresas ya constituidas, con los mercados, no tendría futuro”, señala el ex presidente de Proantioquia. Por eso, la misión involucró a todos los actores del desarrollo económico de la región (universidades, empresas y gremios), representadas en 29 instituciones asociadas pioneras en el propósito de impulsar la creación de empresas y el fomento de la cultura del emprendimiento.

Pero no hay que olvidar que el inicio fue de cero. A tal punto que para encontrar los primeros emprendimientos a impulsar hubo que recurrir a una búsqueda banco por banco, sucursal por sucursal, en la pesquisa de personas que estuvieran solicitando préstamos para el inicio o el desarrollo de sus incipientes negocios. Así, en 1997 se diseñó y puso el primer modelo de incubación de empresas de base tecnológica, con un grupo inicial de nueve emprendimientos.

La iniciativa llevó a que el ejemplo y la transformación comenzaran por casa. Eafit, uno de los primeros 29 aliados estratégicos, comenzó a trabajar en un cambio de enfoque educativo: dejó de formar buenos empleados o líderes para los sectores público y privado, para pasar a formar empleadores. Algo que hoy suena apenas natural, pero en su momento representaba toda una revolución.

La trayectoria completa de Creame la pueden leer en el libro seis de Historias de Negocios Altamente Inspiradoras, disponible en este link de la Librería Nacional.

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Los dejo con este video en el que pueden ver a Lilian Gallego y otros protagonistas contando una parte de la historia de Creame en nuestro programa de televisión Negocios en Tu Mundo.

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