A primera vista, Catalina Escobar Bravo se ve como una mujer tranquila, sensible y apasionada por su trabajo. Y eso se comprueba con cada palabra que dice o cada acción que emprende. Es una mujer decidida a conquistar el futuro y doblegarlo si es necesario para cumplir con sus sueños.
Catalina Escobar Bravo, cofundadora de Makaia. Foto cortesía.
«Para contar la historia de MAKAIA tengo que contar un poco la historia de mi vida. Soy ingeniera de la Universidad Eafit y en los primeros semestres de la carrera me di cuenta de que eso no era lo mío, aunque me encantaba la ingeniería, la creatividad y la creación… pero no me veía ejerciendo la ingeniería mecánica», relata Catalina entre angustias, risas y recuerdos de hace algunos años.
Y si bien esa no era su gran pasión, decidió continuar y hasta realizó una maestría en el exterior con el fin de conocer otros horizontes, tener otras miradas de su profesión y buscar nuevas y mejores oportunidades.
«Fui muy afortunada porque me gané una beca para estudiar en Estados Unidos en la Universidad de George Washington una maestría en Administración de Empresas. Cuando iba por la mitad, en el año 1999, se da el primer gran boom de internet; lo que se llamó la burbuja de las puntocom», cuenta esta emprendedora.
En ese momento, Catalina se dio cuenta de que el mundo estaba cambiando para siempre y que el comercio electrónico, los negocios digitales y demás asuntos en la red la llamaban. «Algo me hacía pensar que había encontrado lo que me gustaba y me apasioné con todo el tema de la tecnología», agrega.
A trabajar en temas digitales
Al salir de la maestría se empleó en una organización que respondía a sus gustos y a los cambios que tenía el mundo alrededor de los temas digitales. Esta compañía crecía semana tras semana, un mes tenía un nombre y al otro mes otro… así eran las dinámicas comerciales iniciando el siglo XXI.
«La empresa que me contrató se llamaba AppNet, después la compró otra que se llamaba Commerce One y eso era típico en ese momento. Las empresas se compraban, se vendían, nacían, morían… era impresionante. Un día trabajabas para una organización y al otro día para otra», continúa contando Catalina.
La convulsión era tanta que Catalina fue testigo de la subida y de la caída de la organización. Estaba en riesgo su trabajo y su estadía en Estados Unidos pues su visa solo tenía estatus de trabajadora. ¿Qué hacer entonces?
Los amigos, siempre los amigos
Alguien que trabajaba en el Banco Mundial contactó a Catalina y le dijo que estaba creando un grupo de trabajo, que se encargaría de pensar cómo el internet y la tecnología eran herramientas buenas no solo para los negocios, sino también para las sociedades y su desarrollo.
«Mi primera reacción fue: ¡Banco Mundial, burocracia… qué pereza! Dije que lo iba a pensar y el tiempo pasaba y sabía que la empresa donde estaba iba a cerrar. Entonces llamé a mi amigo y le dije que sí, que ya me sonaba la idea. Pero era porque me iba a quedar sin nada qué hacer», afirma esta cofundadora de MAKAIA, que significa «hacer» o «construir» en Miskito, legua indígena hondureña.
Catalina fue a la entrevista, le pareció interesante el tema y la contrataron. Cerró el ciclo en la anterior empresa, viajó un tiempo a Colombia a solucionar los temas de la visa y se embarcó en la aventura del Banco Mundial.
«Este cambio fue fundamental en mi carrera porque dos de mis grandes pasiones en la vida se juntaban: la tecnología y los temas sociales. Mi familia ha estado muy ligada a esos temas, mi abuela y mi mamá me dieron el ejemplo de ser muy solidaria porque eran voluntarias en fundaciones y demás», rememora esta emprendedora sonriente.
Lo social puede ser una carrera
Si bien ella también había estado involucrada con los temas sociales, no creía que fuera una tarea de tiempo completo, siempre vio el voluntariado y actividades relacionadas como algo extra. En el Banco Mundial se dio cuenta que lo social podría ser una carrera, y ahí encontró su rumbo.
«Pasaron muchas cosas. Empecé a trabajar en un proyecto que se estaba incubando dentro del Banco Mundial para pensar cómo la tecnología era buena en lo social; tuve mi primer hijo; mi esposo decidió que quería hacer su maestría y nos fuimos para Francia, París, y yo desde allí seguía trabajando para el Banco Mundial», cuenta con un aire anecdótico Catalina.
En la capital mundial del amor tuvo su segundo hijo y en familia decidieron regresar a Colombia porque sentían y querían que sus hijos crecieran en el país.
Además, desde su trabajo le daban la posibilidad de cumplir con sus funciones desde cualquier lugar del mundo. Desde antes de llegar a Colombia, Catalina tenía la curiosidad del emprendimiento y junto a dos amigos que conoció en Washington, colombianos también, empezaron a pensar ideas de negocio. Ahí inició el equipo de María Claudia Camacho, Camilo Mondragón y Catalina Escobar.
De una idea a un emprendimiento
Catalina recorrió diversos lugares buscando una oportunidad para una idea que tenía desarrollada, MAKAIA vendría después. Visitó entidades gubernamentales dedicadas a impulsar proyectos de emprendedores o incubar ideas.
A todo sitio que iba, siempre le respondían lo mismo: «’Esa idea que usted tiene es una idea que en este momento no va a funcionar, es una idea adelantada para la época’. Y esas mismas personas me decían, al ver mi hoja de vida, que les ayudara con una asesoría en los temas de cooperación internacional y de tecnología», expresa Catalina explicando la dualidad de los primeros encuentros.
En este instante llamó a sus socios: María Claudia y Camilo y les propuso archivar la primera idea que tenían y aventurarse en algo distinto que siguiera respondiendo a sus pasiones y sueños de vida.
«Les dije que esa idea por ahora no iba a funcionar, pero que en el mercado estaba la necesidad de apoyar a otras organizaciones en temas de cooperación y tecnología. Necesitaban apoyo y orientación. Ahí nació MAKAIA, en esa oportunidad de mercado».
Los tres socios empezaron a concebir el concepto y decidieron que iban a trabajar en temas de asesoría en cooperación internacional y tecnología.
Asimismo, definieron el nombre en una lengua indígena hondureña, ya que, al buscar por esa misma línea en Colombia, no encontraron algo que les llamara la atención. María Claudia encontró en la OEA, donde trabaja, un diccionario Miskito-Español, y de allí salieron las opciones de nombre.
Este fragmento corresponde a la historia de Makaia, en el libro Historias de Negocios Altamente Inspiradoras -Tecnología e Innovación-, que será lanzado el miércoles 27 de julio de 2022 en Ceipa Business School, Sabaneta. Es un libro con principios, valores, buenas prácticas y mucho aprendizaje.
El libro es de mi autoría en equipo con Vianette Monsalve y un equipo de redactores apasionados por contar buenas historias: Andrés Toro Carvalho, James Alzate, Daniel Santa, Laura Pulido y Marcelo Montoya, (con diseño de Johan Paniagua) a quienes agradezco su dedicación para sacar un libro muy potente y cargado de inspiración.