El 2020 fue, sin duda, un año que puso a prueba a todas las industrias y a cada uno de nosotros. Vivimos una situación que nos obligó a transformarnos y a cambiar la manera en la que pensábamos, actuábamos y decidíamos, para así adaptarnos a lo que hoy conocemos como ‘’la nueva normalidad’’. Pasamos de una realidad física, a una completamente virtual en todos los ámbitos de nuestra vida; trabajo, reuniones familiares, cumpleaños, estudio y hasta citas médicas.
Esto lo veíamos venir en un futuro lejano, pero no estábamos preparados para afrontarlo de repente. Durante los primeros meses, el mayor reto fue cambiar las dinámicas y encontrar tecnologías que nos permitieran seguir con cada una de las actividades que realizábamos normalmente. Si esto fue duro para nosotros como personas naturales, para diferentes sectores económicos fue una tarea casi titánica en la que no venían del todo avanzados. Hemos escuchado y visto de cerca casos de grandes empresas que vieron la necesidad de transformarse tecnológicamente: supermercados, pymes y fábricas. No obstante, parece que a veces ignoramos que así como ellos, a la medicina también le tocó cambiar.
Ya pasó un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportara la existencia de múltiples casos de neumonía en Wuhan, China, que rápidamente se convirtieron en el brote epidémico del COVID-19 o SARS-CoV-2. En la actualidad, según cifras de la OMS, el mundo reporta más de 91 millones de casos, de los cuales 50,5 millones de personas se han recuperado y casi 1,9 millones han lamentablemente fallecido. En Latinoamérica y el Caribe, el panorama suma casi 920 mil fallecidos y más de 39 millones de personas contagiadas. Brasil y México encabezan las cifras de muertes causadas por el Coronavirus, con 204 mil y 134 mil decesos, respectivamente.
La pandemia causó un impacto económico que nunca antes habíamos visto, pero así mismo, obligó a los centros hospitalarios, gobernantes y personal médico a buscar nuevas maneras de atender a los pacientes contagiados y también a los que no. La vacuna, a principio de año, se veía como algo muy lejano y casi que imposible. Los científicos trabajaron arduamente, mientras veían a más personas fallecer a causa de la enfermedad.
Sin embargo, durante las últimas semanas del año las noticias recientes anunciaron la salida de varias vacunas eficaces contra el COVID-19. Laboratorios como Pfizer, Biotech, Moderna, Innovio y la Universidad de Oxford mostraron grandes avances en este sentido. Algunos aún se encontraban en la fase clínica 1 (que ya se pueden probar en seres humanos), mientras otros ya estaban listos para comenzar su distribución. Al escuchar esto, la esperanza de todos resurgió, pero otros entendimos que aunque ya teníamos una solución, había que garantizar su correcta distribución.
Dicha situación nos puso frente al gran desafío de lograr que la vacuna llegará a todas partes en el menor tiempo posible. El objetivo, entonces, era conectar fabricantes de vacunas, gobiernos, agencias regulatorias, proveedores de servicios y entidades dispensadoras de medicamentos para que trabajaran de manera unificada en su distribución. Hoy la oportunidad de coordinar e implementar con éxito programas de vacunación masiva depende de la estrategia de cadena de suministro de la vacuna y en ese tema todo el entorno sigue trabajando, buscando optimizaciones y eficiencias.
Pero, ¿por qué es importante la tecnología en todo esto? La respuesta es simple: las herramientas tecnológicas disponibles en el mercado hoy tienen la capacidad de ofrecer, entre otras cosas, ventajas como la de proporcionar herramientas y aplicaciones para que los gobiernos realicen un seguimiento más eficaz de los contactos conocidos y, de forma anónima, desconocidos para interrumpir la cadena de infecciones por COVID-19.
De igual forma, se puede proteger a la población contra vacunas falsificadas, ya que a través de soluciones tecnológicas se lleva el control de cada vacuna y se verifica que cumplan con las regulaciones de serialización en múltiples jurisdicciones. Gestionar el inventario es otro de los beneficios que trae, puesto que se pueden modelar las limitaciones de la red de la cadena de suministro y evaluar los riesgos, interviniendo cuando sea necesario.
Otra característica a resaltar es el registro de cada uno de los pasos, como lo son el el transporte, almacenamiento y dispensación de vacunas para ayudar a garantizar su seguridad y efectividad, así como la transparencia en el proceso de distribución. No obstante, no podemos olvidar que todo esto solo es posible si empresas tecnológicas, gobiernos, entidades públicas, centros de investigación y farmacéuticas nos unimos y nos apoyamos mutuamente para garantizar a la población una vacunación segura. El proceso parece largo, pero cada vez estamos más cerca de que todo esto termine.
Por: Juan Manuel Mogollón
Country Manager de SAP Colombia y Ecuador