En medio de esta crisis están pasando de agache. Para nadie es un secreto que el monopolio de los insumos agrícolas en el país ha estado en manos dos o tres multinacionales. Y son muy pocos los esfuerzos que ha hecho el Gobierno para arrebatarles el monopolio de la importación de fertilizantes y agroquímicos, por lo cual el costo final de estos productos se incrementa en el país hasta en un 20%.

 

De hecho, el precio del café llegó a estar en los últimos días a 510.000 pesos (283 dólares), mientras que sus costos de producción (de los cuales los agroquímicos representan más del 50%) ascienden a 700.000 pesos (388 dólares).

 

Pero hay un sobrecosto adicional. Muchos agricultores, como los cafeteros, para poder hacer uso de estos productos, los adquieren fiados de los distribuidores para pagarlos cuando recojan la cosecha,  lo que origina que en muchos casos les cobren altas tasas de interés, incluso superiores a las de los bancos.  

 

Pero solo hasta mediados del 2012, el gobierno hizo tibios intentos para permitir que los productores se convirtieran en importadores directos de insumos, ya sea como personas naturales, jurídicas o a través de asociaciones. Los cálculos del ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, es que con esta medida los insumos se reducirían hasta en un 30 por ciento.

 

En declaraciones a los medios, Restrepo reconoció en aquella oportunidad que las grandes multinacionales tenían un papel predominante del negocio, que no existía suficiente competencia y que se podían dar casos en los que el productor asumiera gatos desmesurados. “La medida de fondo consiste en que mediante una resolución se abran las opciones de importación y se rompa la estructura monopólica. La medida regirá siempre y cuando los agricultores lo hagan para su uso personal y no para comercializar”, dijo.

 

Según cálculos hechos entonces por el Ministerio de Agricultura, el ahorro previsto para los agricultores podría variar entre los 56 y los 75 millones de dólares, que a la tasa de cambio de la época (junio de 2012) equivaldrían a entre 106.400  y 142.500 millones de pesos, respectivamente.

 

Luego, en un seminario de Fedesarrollo, Restrepo arremetió de nuevo contra la industria de los plaguicidas, a la que acusó de venderlos más caros que en los mercados de los países vecinos. “Estamos mirando con mucho cuidado esto. Nos preocupa que uno de los factores para la poca rentabilidad de la agricultura sean los altos costos de los agroquímicos”, dijo 'tajantemente'.  Descubrió el agua tibia el Ministro.

 

¿Es que acaso los cafeteros, por ejemplo, que tienen que lidiar con el clima, con la roya, con la broca,  con los precios  internacionales y con la tasa de cambio tendrían  tiempo para dedicarse también a la importación de sus propios insumos para no dejarse arrollar por las multinacionales?

 

¿No era acaso esta una función de la Federación Nacional de Cafeteros? Que en vez de estar arriesgando miles de millones de pesos de los cultivadores inaugurando tiendas de café en Japón y Nueva York para competirle a la multinacional  Starbucks, debió dedicarse más bien a montar toda una estrategia de importación de insumos para reducir los costos de producción del grano?

 

Y como era de esperarse, ni los cafeteros, ni los arroceros ni los algodoneros se convirtieron en importadores de agroquímicos y el mercado siguió en manos de las mismas multinacionales.

Un estudio del sector revela que la estructura empresarial de la industria de agroquímicos en Colombia se ha caracterizado  en los últimos años por la fusión de varias empresas que tienen operaciones en el país, lo que ha concentra aún más dicho mercado.

 

¿No es raro que durante años nadie haya hecho mayor cosa para impedir que dicho monopolio siguiera golpeando la economía agrícola en Colombia? ¿Ni el gobierno, ni los gremios, ni los medios incluso?

 

Puede que si haya habido esfuerzos en algunos sectores agrícolas para importar insumos, pero no fue precisamente en el cafetero. Los actuales costos de producción así lo revelan.

 

Y hoy, en medio del paro cafetero, no se escucha ninguna propuesta para romper este monopolio que sin duda alguna tiene una gran responsabilidad en la crisis que padecen los cultivadores del grano. ¿Se atreverá el Gobierno por fin a meterse con estas multinacionales que controlan el mercado de los insumos agrícolas en Colombia?

 

O será que después de todo este alboroto seguirán de agache, invisibles, como si nada. Esperemos que no. Pero hasta ahora nadie ha dicho nada al respecto.