Mientras que unos personajes generan amores y odios, dividen al país e incitan a la guerra, hay quienes solo trasmiten alegría, esperanza, paz y un cariño infinito.
Y ese es Pacheco. Nuestro Pacheco… el de toda una vida. Cada vez que nos informan que fue internado por complicaciones de salud nos envuelve una mezcla de nostalgia, de tristeza y al mismo tiempo de alegría… porque volvemos a repasar en nuestra mente todos y cada uno de sus programas con los que crecimos varias generaciones.
Y no hay un solo colombiano que no ruegue por su pronta recuperación. Cosa que dudo que ocurra con cualquier otro personaje de la vida pública.
Su carisma y humor lo convirtieron en el mejor presentador de la televisión criolla por más de 40 años. La mayoría de nosotros, creo, no nos perdíamos sus programas. Las noches definitivamente eran distintas cuando Pacheco estaba ahí alegrándonos la vida, haciéndonos reír y transmitiéndonos mensajes de optimismo y de paz. Y a lo mejor eso contribuyó a que millones de colombianos crecieran siendo mejores personas.
Y fueron muchas las empresas, los productos y las marcas que crecieron con Pacheco, con sus concursos, con sus rating. Fue el rey midas de la televisión. Todos sus programas fueron exitosos: Animalandia, Sabariedades, El Programa del Millón, Que pareja más pareja, Cabeza y Cola, Quiere Cacao, Siga la Pista, Compre la Orquesta, Charlas con Pacheco…
Y hubiéramos querido verlo muchos años más pero lo licenciaron antes de tiempo para darles paso a otros presentadores como Jota Mario Valencia o Carlos Calero, que al parecer no aprendieron nada del gran maestro.
Hoy lo seguimos extrañando como presentador, como periodista, como actor, como torero, como payaso, como futbolista, como cantante o como paracaidista. Siempre dispuesto a ayudar en las causas más nobles.
Pese a que nació en Valencia, España, el 13 de septiembre de 1932, Pacheco llegó al país a la edad de 4 años para convertirse en un Gran Colombiano. Y no necesita que lo metan en concursos ‘chimbos’ para saber que todo el país lo ama, lo extraña y lo recuerda con cariño. Y que, a diferencia de muchos otros, siempre ocupara un lugar en nuestro corazón… ahora y siempre.
Gracias Pacheco.