Aunque el sector petrolero pareciera anunciar una época de bonanza, a nuestro país ya empieza a salirle ‘cara’ la crisis social que vive Venezuela.
Las noticias sobre los resultados del último año de Ecopetrol no solo generaron alegría a muchos colombianos, sino que han servido como paliativo a las preocupaciones del Gobierno actual, puesto que de los casi $12 billones de utilidad neta en el 2018, cerca de $6 billones irán para el Estado, que es su principal accionista.
Ante esta realidad, es necesario tomar conciencia nuevamente de que Colombia, sin ser un país petrolero, sí tiene indexado su bienestar económico y capacidad de inversión como Estado al resultado de la actividad de explotación, refinación y exportación de petróleo (y otros recursos naturales, como los minerales).
No han pasado cinco años desde que culminó la década de oro para Latinoamérica, en la cual los altos precios de los commodities (y particularmente del petróleo, que rondó los US$150/barril en 2013) permitieron hacer altas inversiones a los Estados, e incluso trabajar en la reducción de las brechas sociales de la mano de ambiciosos programas.
«Aunque Colombia no es un país petrolero, su capacidad de inversión como Estado está supeditada al resultado de la actividad de explotación petrolera».
¿Acaso se avecina otra alza en los precios del petróleo? Vale la pena recordar que, entre otros factores, hace seis años teníamos una reactivación de las economías; un incesante aumento de la demanda de petróleo por parte de economías emergentes, como la China; la Primavera Árabe, y la crisis diplomática por el programa nuclear de Irán. La pregunta es: ¿tendremos condiciones equivalentes en el futuro cercano?
Por el lado de la economía mundial, el Banco Mundial redujo su pronóstico, ya que la desaceleración del crecimiento del comercio y la inversión, y el aumento de las tasas de interés agotaron el impulso, especialmente en los mercados emergentes.
Además, por estos días tenemos la situación del programa nuclear de Irán, por el cual Estados Unidos ha expresado su desconfianza; la tensión que permanece en el área de las antiguas repúblicas soviéticas (Ucrania, por ejemplo); Siria y su régimen apoyado por Moscú, y la presión por los recortes de producción de petróleo de la OPEP (que viene desarrollándose de forma coordinada desde hace semanas).
Y si a todo esto le sumamos ‘el efecto Maduro’, que ha hecho disminuir la producción del crudo a unos niveles históricos (se prevé que de los 1,2 millones de barriles/día producidos en 2018, Venezuela podría terminar el año con alrededor de 600.000 barriles/día), el panorama parecería darles la razón a aquellos que le apuestan a alzas moderadas en el precio del petróleo a lo largo del presente año, porque si bien la demanda no necesariamente crecerá, es posible que la oferta se vea comprometida.
El ‘efecto Maduro’ podría favorecer el interés de los países productores de petróleo, como Colombia, al reducir la oferta mundial; sin embargo, eso no necesariamente será bueno para nuestro país, por cuanto los costos económicos, sociales y políticos de la situación actual del país vecino son muy altos; hay una extensa frontera compartida y relaciones en diferentes niveles. Es decir, podríamos ganar algunos billones de más por el precio, pero claramente costaría mucho más la atención a la emergencia social y política que viven nuestros hermanos venezolanos.
José Alejandro Martínez
Director del Departamento de Sostenibilidad
Instituto para el Emprendimiento Sostenible
Universidad EAN