La pandemia ocasionada por el virus SARS-Cov2, el causante de la enfermedad Coronavirus Disease-19 (COVID-19) y cuyo primer caso reportado en Colombia oficialmente fue el 06 de marzo del 2020, ha dejado lecciones y aprendizajes diversos. Este primer caso marcaría el inicio de una serie de retos en todos los ámbitos para el país. 

 

Con más de 3 200 000 casos en 446 días a mayo 26 de 2021, las cifras más estremecedoras van sobre la mortalidad, donde se han reportado 86 180 decesos por la enfermedad. Es como si cada día se hubieran muerto, en promedio, 193 personas por este virus.

Es evidente el impacto tan grande de la enfermedad, pero sabemos que hay épocas de mayor y menor intensidad, y están relacionadas con esas medidas restrictivas a la movilidad en las diferentes partes del territorio nacional.

La pregunta entonces es, ¿cuánto nos falta de esta pandemia en Colombia?

Si bien hay una luz de esperanza para que la pandemia acabe en el país; evitar las consecuencias devastadoras de la misma en cuanto a la mortalidad sigue siendo una responsabilidad social e individual.

La respuesta parece estar en lo que conocemos como inmunidad de rebaño, es decir, cuando un porcentaje de la población se encuentra con anticuerpos, la misma disminuye su transmisión, protegiendo a aquellos que aún son susceptibles. Varios expertos apuntan a un requerimiento del 70 % u 80 % de la población con inmunidad a la enfermedad, para que la misma se cumpla. Para esto se avanza en la vacunación, donde Colombia lleva más de ocho millones trecientas mil dosis administradas.

Esto es una buena noticia, de completarse esas dosis (esquema de dos dosis por persona cuando corresponde) el país avanzaría en casi un poco más del 10 % de su plan de vacunación. Sin embargo, esto sería si las más de 8 millones de dosis fueran completas, pero sabemos que allí se incluyen primeras dosis, por lo que el porcentaje de lo que nos falta para una inmunidad de rebaño aún está por encima del 70 % de la meta.

Si bien hay una luz de esperanza para que la pandemia acabe en el país, evitar las consecuencias devastadoras de la misma en cuanto a la mortalidad sigue siendo una responsabilidad social e individual.

El país tuvo un excelente manejo de la pandemia al principio, donde hubo múltiples decisiones que permitieron ganar tiempo para preparar la capacidad hospitalaria, especialmente de alta complejidad. Recordemos que, aunque las cifras varían en cada región, en promedio el 17 % de los infectados desarrollan una forma grave de la enfermedad y requieren cuidados hospitalarios. Si tenemos muchas personas infectadas al tiempo, la capacidad hospitalaria se verá sobrepasada. Ya en otros países se ha evidenciado que la mortalidad puede subir hasta el 10 % cuando esto ocurre. Por el contrario, cuando hay capacidad hospitalaria para atender a los contagiados, esta cifra se encuentra entre el 1 % y el 3%. Por esto los esfuerzos en mantener los contagios al mínimo con medidas restrictivas.

Al inicio la tasa de contagios en Colombia logró contenerse en niveles tolerables. Sin embargo, los cierres y restricciones de la movilidad tienen efectos sociales y económicos, además de las consecuencias a largo plazo. Por esto, el país tuvo que relajar muchas medidas y pasar a una fase de contención donde la mayor responsabilidad del cuidado se centró en las organizaciones con quienes se inició la reactivación económica, así como en cada individuo, priorizando nuestro comportamiento como eje de contención de la pandemia.

Sabemos que la mayoría de los contagios se producen en los hogares o en encuentros entre amigos o familiares, lo que resulta en que casi 8 de cada 10 personas que asisten a dichos encuentros son contagiadas. Sumamos a esto la llegada de las festividades, que crean una necesidad de reunirse o salir al no existir los espacios de interacción social, y convierten las reuniones en focos de contagios, lo que causó una tercera ola mayor a las anteriores y también más sostenida.

Hay incertidumbre sobre el futuro del comportamiento de la enfermedad en el corto y mediano plazo, poniendo a prueba la capacidad gubernamental, además de la crisis social y económica que también se suman a este panorama nunca antes visto en el país.

Ahora bien, en medio de esta multiplicidad de situaciones la pregunta es ¿qué podemos hacer?

La respuesta parece simple, cuidarnos y seguir los protocolos de bioseguridad. ¿Eso que significa hoy día?

Ya sabemos que seguir protocolos como el de tomar la temperatura al ingresar a sitios comerciales o los famosos tapetes desinfectantes (que parecen más sucios que limpiadores), son medidas absolutamente inútiles. Sin embargo, hay protocolos que resultan efectivos y su combinación aumenta las probabilidades de no contagiarnos:

1. Uso permanente del tapabocas: debe cubrir boca y nariz completamente.

2. Distancia física: mínimo 2 metros en todo momento. Respetar y hacer respetar esta distancia es fundamental, ya sabemos que el virus puede suspenderse en el aire y si logramos mantenerla, más el uso de tapabocas, minimizamos el riesgo de infección en menos del 3 %.

3. Higiene de manos: lavado de manos constante o desinfección con productos a base de alcohol.

4. Espacios ventilados: si una persona infectada con el virus está un espacio cerrado, en algún punto el virus saturará el lugar haciéndolo altamente contagioso para todos los que permanecen en él.

5. No confiarse en reuniones familiares: a pesar de tener sensación de seguridad porque “todos nos cuidamos”, mantener las medidas salva vidas.

6. Vacunarse: las vacunas son seguras, sus efectos adversos son mínimos y el beneficio es mucho mayor que no hacerlo. Por ejemplo, se ha hablado mucho de los “trombos” o coágulos que pueden producir algunas vacunas, y lo cierto es que la COVID-19 presenta una probabilidad de desarrollar esos “trombos” hasta en un 25 % en el ingreso a UCI, mientras la vacuna apenas es de menos del 0,001 %. Entonces, perdamos el miedo e instemos a otros a vacunarse, entre más nos vacunemos más rápido alcanzamos la meta y es mejor para todos.

¡Cuidarnos es responsabilidad de todos!

 

 

Fabián Díaz Garzón

Docente de la Maestría en Administración de Empresas de Salud – MBA en Salud

Universidad Ean