Todos nos hemos visto afectados de una u otra forma por la presencia temeraria de un virus que nos acompaña en el país desde hace cinco meses; un tiempo largo de confinamiento y de incertidumbre en los que a la fuerza hemos cambiado nuestras formas de convivir, trabajar, socializar y hasta de existir, pero no nos exime de la obligación de declarar renta.

Ha sido una época que nos ha permitido reflexionar sobre el propósito de nuestra existencia y las formas en que estamos ayudando a nuestro prójimo y a la sociedad. A veces las oportunidades de ayudar se presentan con denominaciones muy técnicas y formales, desvirtuando el espíritu de solidaridad que tienen en esencia. Por ejemplo, la Declaración del Impuesto sobre la Renta para personas naturales, muy famosa por estos días.

Aunque nuestra vida cambió, el impuesto sobre la renta está firme y con la esperanza de permanecer incólume. Los contribuyentes, por un lado, tenemos la esperanza de lograr cumplir con la obligación y, por otro lado, tenemos la esperanza de que el dinero recaudado sea utilizado para apoyar la estabilidad económica y el bienestar social de nuestro país, en especial el de los ciudadanos más vulnerables que tanto lo necesitan, pues en la actualidad este es su fin principal.

En tiempos pasados los impuestos tenían otros fines. Hasta finales del siglo XIX, cuando los países latinoamericanos estaban bajo el dominio europeo, el término tributo era un reflejo del sometimiento de los súbditos a los señores y se materializaba mediante impuestos llamados alcabalas para la realeza, y diezmos para la iglesia, entre otros. Sin embargo, en los inicios del siglo XX, cuando logra consolidarse la independencia desde México hasta Argentina, se empieza a transformar la función del tributo al manifestarse el interés de cada gobierno en modernizar el sistema fiscal, abandonando las antiguas estructuras impositivas y creando nuevos gravámenes directos y progresivos.

«En Colombia, con cada reforma tributaria son más los colombianos que reciben el título de contribuyentes del impuesto sobre la renta».

Es en este punto de la historia en que el término tributo empieza a entenderse como el principal recurso financiero para apalancar el cumplimiento de los fines de los Estados; nace el Impuesto sobre la Renta, el cual busca gravar el ingreso o la renta percibida por una persona natural o jurídica en un periodo de un año, de forma que se haga una distribución justa de la renta común y los ciudadanos que perciben más ingresos, contribuyan directamente al logro de los fines sociales y económicos de su nación (equidad y justicia social).

En Colombia, con cada reforma tributaria son más los ciudadanos que reciben el título de contribuyentes del impuesto sobre la renta, por ejemplo, hace 10 años un declarante y posible contribuyente era una persona que percibiera ingresos mensuales de aproximadamente 13 SMMLV (Salario Mínimo Mensual Legal Vigente); hoy en día, ese tope ha bajado a unos ingresos de aproximadamente 5 SMMLV, lo cual ha propiciado que sean más las personas que aporten a la renta nacional.

Vale la pena señalar que no todos los declarantes de renta terminan siendo contribuyentes, pues existen variables como los rubros de patrimonio, ingresos y beneficios tributarios que, según los topes máximos fijados, pueden eximir a una persona del hecho de contribuir, pero no de declarar.

Con la crisis sanitaria, económica y social que vivimos, me atrevo a pensar que el tope de ingresos seguirá siendo cada vez de menor cuantía, buscando que más ciudadanos sigan siendo nombrados contribuyentes del impuesto sobre la renta, ampliando con ello el número de personas que podrán ayudar a recomponer los daños económicos y sociales que la crisis ha dejado, y dejará, en nuestro país.

La invitación es a que todos los que poseen hoy en día el título de declarantes y contribuyentes, residentes y no residentes en Colombia, durante los meses de agosto, septiembre y octubre del presente año, cumplan con la obligación de forma consciente, honesta, solidaria y en lo posible virtual, para realizar el proceso de declarar. Al final, se tendrá la satisfacción de haber cumplido y con ello contribuir al bienestar de todos.

Maribel Albarracín Muñoz
Docente del Programa de Contaduría Pública
Universidad Ean