No solo se trató de la corrección de la cifra de crecimiento del PIB  de 2017, sino de las dudas que recaen sobre las metodologías y sobre las nuevas cifras que arroja esta entidad. ¿Crece la incertidumbre?

Sobre la polémica que ha generado la reciente corrección de la cifra de crecimiento del PIB 2017, surge el cuestionamiento sobre la pertinencia y la oportunidad de la información. Que si es un problema de metodología o de sistema, da lo mismo cuando un año después descubrimos que aquello que el DANE llama preliminar o provisional no está sujeto a pequeños cambios, sino que el cambio de cifra puede significar casi un billón de pesos. Para ponerlo en términos monetarios, el 0,4% del PIB (diferencia entre el 1,8% presupuestado y el 1,4%  final) es equivalente a casi el presupuesto que el Gobierno programó en 2018 para las relaciones internacionales del país.

Así como en una empresa los estados financieros son muy importantes para la toma de decisiones y el saldo que arroja el cajero automático lo es para una persona natural, el crecimiento del PIB es un indicador fundamental del desempeño de la economía del país. Por eso, aunque la gente esperaba con ansias una recuperación, las encuestas a inicios de 2018 indicaban que la población no sentía alivio sino que, por el contrario, sentía que la situación empeoraba.

“Al parecer, la población no estaba tan lejos de la realidad, puesto que manifestaba en las encuestas que no sentía un alivio económico ni crecimiento”.

Y es que un crecimiento del casi 2%, como es el 1,8% inicialmente anunciado, es bien distinto al 1,4%, en especial para una economía en desarrollo que decía estar saliendo de una crisis. Esta cifra no solo era contradictoria con el sentir de la población, sino que envió una señal errada al mercado y a los encargados de hacer las políticas (policy makers).

Entonces, esta es la oportunidad para llamar la atención sobre algunas cifras y definiciones y sobre la coherencia de las políticas. Para citar un ejemplo, recientemente se generó una polémica por una multa a un comprador de una empanada en la calle, y todo porque el Código de Policía lucha contra la informalidad.

Pero, en esta lucha, ¿sabemos qué es y como la define el DANE? Para cualquier persona del común, y dicho de una manera sencilla y simple, un negocio informal es aquel que no paga impuestos.  ¡Vaya sorpresa! Nuestro Departamento Administrativo Nacional de Estadística dice que son informales quienes al momento de ser encuestados se encontraban en alguna de las siguientes condiciones: «los empleados particulares y los obreros que laboran en establecimientos, negocios o empresas que ocupen hasta cinco personas en todas sus agencias y sucursales, incluyendo al patrono y/o socio; los empleados domésticos en empresas de cinco trabajadores o menos;  los jornaleros o peones en empresas de cinco trabajadores o menos;  los trabajadores por cuenta propia que laboran en establecimientos de hasta cinco personas, excepto los independientes profesionales; los patrones o empleadores en empresas de cinco trabajadores o menos, entre otras”.

Así las cosas, los emprendedores del país con un negocio pequeño son informales, y los dueños de un taller, una tienda o cualquier otro negocio con cinco personas o menos son informales. Entonces, ¿a qué se están refiriendo las políticas para combatir la informalidad? ¿Es realmente casi la mitad de la población de las 23 ciudades y áreas metropolitanas informal?

No es que se quiera ser pesimista frente a la información, pero algo no anda bien. Hace unos días nos empezaron a hablar de la recuperación de la economía, pero ya nos dijeron que el desempleo subió y que se encuentra en un  12,8%.

“Algo no anda bien si nos hablan de recuperación de la economía, pero al mismo tiempo reportan un aumento en la cifra del desempleo”.

Ahora, si la discusión se da en torno a la metodología, hay quienes opinan que como enero es un mes en que las economías sufren bajonazos históricamente, es algo que el DANE debe corregir en su metodología y, por ende, el resultado de enero no es tan contundente. Sin embargo, también nos queda la duda de si la metodología  de medición del PIB tiene un margen de error demasiado grande.

¿Será que ya comenzamos a sentir efectos de la migración venezolana en el mercado laboral y que la recuperación de los distintos sectores no es suficiente para absorber todo este recurso?  Lo único cierto es que, ante las cifras presentadas, no se está dando la ley de Okun: que el desempleo baje mientras sube la producción del país.

¡Realmente algo anda mal!

 

Paula Bula
Directora Departamento de Pensamiento Económico, Entorno y Competitividad
Profesora pregrado de Economía
Universidad EAN