Uno de los efectos que ha dejado la pandemia en la economía ha sido la disminución de los flujos comerciales en Colombia y en el mundo. Muchos países han cerrado sus fronteras o han disminuido sus relaciones porque ha decaído la producción, se han incrementado los precios de algunos productos o se ha restringido la comercialización de otros de ellos.


El comercio en Colombia y en el mundo se ha aminorado, como sucedió en la crisis económica mundial del año 2009. Los tiempos de entrega han aumentado, generando que los incumplimientos crezcan; anteriormente, se hacían entregas de productos importados en seis meses y ahora están por nueve meses o hasta un año.

Sin embargo, en la parte comercial esta crisis puede tener efectos más devastadores en los procesos de integración económica; si bien es cierto que se habían acrecentado en los últimos años, según planteamientos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, o de los defensores del Brexit, se estaba configurando un replanteamiento de los procesos de integración y regionalización que podían llevar a un nuevo estado de internacionalización de la economía mundial y local, así como a una reorganización del orden económico en todo el mundo.

Pero, el efecto de la pandemia puede llegar a generar tendencias aislacionistas y de desconfianza entre los países que pueden mitigar estos nuevos aires de integración; por ejemplo, el caso de la Unión Europea nos muestra la poca cooperación y la inanidad de criterios e instrumentos para compartir recursos y enfrentar la pandemia por parte de los países de la región. Allá cada uno se defiende con lo que puede y tiene.

El efecto de la pandemia puede llegar a generar tendencias aislacionistas y de desconfianza entre los países que pueden mitigar estos nuevos aires de integración.

Con un dólar caro, una baja o nula circulación de personas, la necesidad de generar ingresos por parte de sectores que se ven afectados por la pandemia (centros comerciales, bares, restaurantes y gimnasios) y el espíritu nacionalista de compra local para apoyar a la industria y el trabajo, las economías van a preferir producir para el interior del país, en vez de importar los bienes.

Esto no sería malo si tuviéramos los recursos, las capacidades y la tecnología para llevarlo a cabo, pero muchos países, incluyendo a Colombia, no tienen estas condiciones y obtenerlas puede tardar mucho e incrementar el costo de inversión; esos recursos podríamos utilizarlos en la producción de bienes y servicios, sujetos de intercambio mundial. Lo dicen los cánones de la economía internacional: exportar es una forma eficiente de producir indirectamente los bienes en los que no somos eficientes.

Desafortunadamente, las condiciones de la pandemia llevan al aumento de las voces que piden el cierre de las fronteras en los países. Diana Uribe, en su libro ‘Brújula para el mundo contemporáneo’, dice que las crisis económicas u otros fenómenos pueden generar sentimientos de nacionalismo que, si no son bien manejados, pueden crear conflictos entre diferentes Estados. Lo que ocurrió entre la década de los 20 y los 30 en el mundo (con una pandemia, entre otras situaciones) generaron estas sensaciones nacionalistas que llevaron a los inicios de una segunda Guerra Mundial.

Ahora, con el tema del Brexit, las ideas de disminuir la integración económica del presidente Trump, las tensiones entre Estados Unidos y las distintas regiones como Medio Oriente, Corea y Venezuela, y el COVID-19 hacen ver una situación similar presentada hace casi 100 años atrás. Tal vez la historia se está repitiendo.

Esto parece un guion escrito por Cristhoper Nolan como Insomnia, Inception, Interestelar o Tenet, donde estamos repitiendo los mismos errores de la historia, sin comprender todo su significado y sus consecuencias. Sin embargo, la misma historia humana nos ha mostrado que las relaciones comerciales son un elemento generador de paz entre los Estados.

Después de la segunda Guerra Mundial las relaciones comerciales mostraron que los países podían generar lazos comerciales para reducir las intenciones de conflictos bélicos. El Mercado Común Europeo, el Mercosur, el Pacto Andino (o CAN) y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) son reflejo de espacios de interacción comercial, en zonas donde había disputas territoriales o conflictos políticos.

Tal vez debamos fortalecer los mercados regionales y buscar incrementar la producción local, pero dejar de lado el comercio internacional puede generarnos efectos devastadores en las economías locales como la colombiana, y efectos políticos y sociales de los que nos podemos arrepentir en un futuro.

Devis Sarmiento Forero
Profesor del Programa de Economía
Universidad Ean