Vivimos una emergencia sin precedentes en la historia. Las diversas esferas de la vida del ser humano están siendo penetradas no para afectarlas negativamente, sino para generar en ellas los cambios más trascendentales para traer nuevos comienzos. El coronavirus también tiene su lado positivo.

Los males que ha generado el COVID-19 en nuestras vidas abundan, el virus ataca nuestra tranquilidad y cotidianidad. El presente es difícil y el futuro no será lo que pensábamos. Las noticias negativas se acumulan generando zozobra en un mundo golpeado por la muerte y el miedo. Aislados y en apuros para generar ingresos, escasea el optimismo, pero existen consecuencias de la crisis que brindan esperanza sobre cambios esenciales:

  1. Por años se ha entendido a la economía como un medio para brindar satisfacción a las necesidades y deseos ilimitados de los seres humanos; esta torpe comprensión desconoce el carácter finito de los recursos y es mortal para el medio ambiente. La crisis nos empieza a obligar a repensar la definición de economía y a replantear nuestra interacción con la naturaleza; entenderlo desde la formación es base de transformaciones profundas.
  2. La óptima asignación de recursos está lejos de cumplirse en ciencia y salud. La tradición colombiana ha sido financiar la guerra, uno de varios costos de oportunidad implica promedios históricos de inversión en ciencia y tecnología de 0,25 % del PIB. Los equipos adecuados son escasos y el recurso humano de la salud sufre de condiciones laborales precarias, sumadas a bajas y tardías remuneraciones que empeoran en el ámbito rural. Priorizar áreas de investigación y salud atendiendo a sus preocupaciones desde el presupuesto será una realidad forjada a la fuerza.
  3. El cuidado familiar se ha menospreciado por años desde el campo económico, un ejemplo sencillo es diciente: las amas de casa que dedican su tiempo y a veces la vida entera a la crianza de los niños y al hogar son catalogadas por el mercado laboral como inactivas. El aislamiento nos recuerda la importancia de la economía del cuidado para compartir en familia al tiempo de contener el virus. Sin estas bases sociales es imposible generar crecimiento económico.
  4. La carrera de ratas podría hallar límite. El consumismo y la opulencia en la pandemia no serán aplaudidas por la sociedad, socavan los recursos naturales, despilfarran en tiempos de necesaria solidaridad e implican una competencia salvaje que reduce los valores. El consumismo se dificulta en confinamiento. Grupos como los 4.000 millonarios con más de U$1.000 millones que desean aumentos de 100 % para declararse felices probablemente no comprendan. Pero el ciudadano promedio es capaz de vivir bien con lo que dispone, de valorar lo cotidiano, de reutilizar bienes. Llegan transformaciones comportamentales, podría surgir una nueva forma de hacer publicidad.

Los retos para reinventarnos son enormes, pero es un hecho que las consecuencias nefastas del presente pueden obligarnos a idear nuevos comportamientos sociales.

 

  1. La aparición de internet ponía al teletrabajo como la nueva forma laboral dominante. Hay menos de 150.000 teletrabajadores en Colombia y el flexiwork es minúsculo. El coronavirus forzó a las organizaciones a cumplir metas de quinquenios en cuestión de semanas y abrió los ojos a las empresas. Estas modalidades permiten compatibilizar la vida familiar y laboral, aumentar la productividad, disminuir los desplazamientos y costos, descongestionar los sistemas de transporte público y reducir de la contaminación.
  2. Las agendas gubernamentales y de los organismos internacionales deberán transformarse. Los tratados sobre libre comercio, los acuerdos sobre los precios de los commodities energéticos, la carrera armamentista, entre otros temas seguirán importando, pero no tanto como el cuidado al medio ambiente, el fortalecimiento a los sistemas de CTeI, seguridad social y salud. La focalización del gasto público y las acciones de la política deberán concentrarse en la protección a la vida. Se vislumbran cambios positivos desde la política y las entidades multilaterales.
  3. La crisis de la salud revela una crisis de liderazgo mundial. Varias naciones sufren hoy las consecuencias de líderes soberbios, negacionistas o minimizadores del problema. Si bien el pueblo puede descreer con estos actos de sus gobernantes, y está en juego la institucionalidad en el Planeta, también es evidente que los votantes deberán elegir mejor a sus representantes y que estos deben cambiar el discurso tradicional del crecimiento del PIB como norte social. Mayor cantidad y calidad de la cultura política se puede desprender del escenario actual.

Coincidir con Einstein será fundamental: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo (…) Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. Los retos para reinventarnos son enormes, pero es un hecho que las consecuencias nefastas del presente pueden obligarnos a idear nuevos comportamientos sociales. Lo primero será aprender a desaprender.

 

Andrés Gómez León
Docente de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas
Universidad Ean