Un buen inicio es entender la historia y cifras de este relleno, así como la importancia de que sea administrado como lo que es, y no como un botadero.
Bastante revuelo ha causado el anuncio por parte del Alcalde Mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, sobre la intención de ampliar la vida útil del Relleno Sanitario Doña Juana por un lapso de 37 años.
Aprovecho, entonces, la oportunidad para aclarar ciertos conceptos con el ánimo de que la discusión se haga partiendo de la misma base y de que los juicios y comparaciones se hagan, por lo menos, con el mismo rasero.
En primer lugar entendamos el concepto de relleno sanitario y qué es exactamente lo que esta obra de infraestructura debe cumplir.
Para que una obra de recepción y almacenamiento de residuos sólidos se pueda denominar como relleno sanitario, debe cumplir, al menos, con las siguientes cuatro condiciones:
- Debe ser una obra de ingeniería. Esto quiere decir que las estructuras, coberturas, sistemas de captación, protección, contención, accesos y geometrías, así como los procesos de construcción, compactación y tratamientos, entre otros, son fruto de diseños de ingeniería.
- Debe proveer un aislamiento hidrogeológico total y aislamiento parcial (en muy alto grado) del entorno que lo rodea. Ninguno de los materiales (en estado sólido, líquido o gaseoso) que se encuentren dentro del relleno deben entrar en contacto con el suelo y agua subterránea, y debe minimizarse el contacto que puedan tener estos materiales con el agua (principalmente lluvia) y el aire circundante.
- El sistema debe estar bajo control permanente. La operación del relleno debe ser constantemente monitoreada para que se asegure que la aplicación de los diseños (condición 1) conduce al cumplimiento permanente de la condición 2.
- Poco tiempo de cobertura. Los residuos depositados dentro de un relleno sanitario deberán ser cubiertos en el menor tiempo posible (24 horas).
Cualquier desviación de estas cuatro premisas hará que la operación del relleno se parezca más a la de un botadero. Y esto último es simplemente un lugar donde se botan residuos sin ningún tipo de control.
Los ocho millones y pico de habitantes de Bogotá producen alrededor de 6.500 toneladas diarias de residuos sólidos. Para darse una idea de lo que esto significa, esta producción diaria sería capaz de llenar 200 tractomulas.
Todo ese material debe ser almacenado (a diario, recordemos) y es claro que sea donde sea, este sitio debe ser muy grande.
El Distrito adquirió, hace varios años, cerca de 600 hectáreas de terreno en la zona de ‘La Fiscala’, al sur de la ciudad, y para ese lugar ha hecho los estudios y diseños de la infraestructura de recepción de residuos de la ciudad.
“Cada día, en Bogotá, se producen alrededor de 6.500 toneladas de residuos sólidos”.
Desde los 80’s en ese lugar se han dispuesto los residuos generados por los bogotanos y ha estado bajo el manejo de varios operadores. No es un secreto que durante este largo período la operación del relleno ha sufrido serios altibajos, algunos casi catastróficos (septiembre de 1997), que han puesto a la comunidad, con toda la razón, en contra de su misma existencia.
Sin embargo, y no obstante lo anterior, es importante preguntarse; ¿qué alternativas tenemos? La respuesta es, desafortunadamente, ninguna.
Existen acciones que podemos acometer para reducir la cantidad de residuos producidos; podemos maximizar la selección en la fuente de materiales recuperables y aprovechables para que salgan de la corriente de residuos; podemos reutilizar materiales como fuente de energía; sin embargo, todas estas acciones solo lograrán disminuir la cantidad de material que necesita disposición final, no la elimina.
“Existen acciones que podemos implementar para reducir la producción de residuos, pero no tenemos alternativas para eliminarlos”.
No existe, por ahora, otro sitio que se pueda adecuar, a corto plazo, para cumplir con las condiciones técnicas ambientales, legales y sociales de un relleno.
En resumen, el sitio donde se encuentra la infraestructura conocida como Relleno Sanitario Doña Juana es el único lugar disponible. Tiene la capacidad y ya sabemos qué se debe hacer y cómo. El reto es: ¡debe hacerse bien!
Alberto Uribe Jongbloed, Ph.D.
Profesor titular de la Facultad de Ingeniería
Universidad EAN