Cada día estamos más cerca de la reapertura total de la economía, a pesar de la limitante que va a existir en el aforo de establecimientos y las condiciones para la libre circulación. Poco a poco en más ciudades se están tomando decisiones para que los ciudadanos podamos retomar nuestra cotidianidad, y con esto llegan los riesgos en las finanzas personales ante la explosión de promociones del mercado o simplemente la ganas de gastar.

Esta situación es esperada por todos, por los comerciantes e industriales, porque en dicha reapertura ven la posibilidad de recuperar las ventas perdidas durante varios meses y así poder trazar un nuevo camino que los lleve al restablecimiento de la normalidad empresarial, luego de muchas decisiones que debieron tomarse para asegurar la permanencia de aquellas empresas que pudieron hacerlo, y por la población general, porque se ve la posibilidad de nuevamente ser “libres” y poder estar en las calles como hace seis meses.

Con la nueva normalidad no solo estamos expuestos a riesgos de salud, también lo estamos a riesgos financieros personales. En la celebración del Día del Amor y la Amistad evidenciamos una de las mejores muestras de la tendencia al gasto; sin que se hayan informado cifras consolidadas, algunos centros comerciales reportaron una afluencia de público superior (hasta tres veces más comparado con anteriores días) y se estima que el gasto pudo haber crecido en más del 40 % frente a lo esperado. Los anteriores son síntomas de esa expectativa refrenada que tenemos para el consumo, y mucho más cuando existe un motivo.

Las condiciones previas a dicha fecha las sabemos: pérdida de empleos y disminución significativa de los ingresos en gran parte de la población, entre otras. Sin embargo, es posible que la reactivación total de la economía no sea tan rápida como fue su freno, la recuperación del empleo puede tardarse y, en muchos casos, dicha reducción de los ingresos no será tan fácil de recuperar.

En los próximos días estaremos frente a campañas agresivas del comercio incentivando a la compra por medio de promociones y facilidades de pago que muy seguramente nos tentarán. Es lógico, es la estrategia para salir del inventario no vendido en los seis meses anteriores y así poder renovar las colecciones.

Frente a esta realidad es conveniente tener en cuenta que cada uno es dueño de sus finanzas y que no se deben suponer escenarios sobre los cuales no hay total certidumbre. De cara a la posibilidad de reactivar el gasto, es oportuno mirar el pasado y prever el futuro.

«Las finanzas son un aspecto personal, y en el mejor de los casos familiar, se debe tener en cuenta no solo el inmediato futuro, sino también lo que se espera en el próximo año.»

Mirar el pasado supone el análisis del estado actual de las finanzas: el nivel de ingresos comparado con el de inicio de la cuarentena, el nivel de gasto que se ha mantenido durante la misma, el ahorro hecho o el aumento en el endeudamiento; estos datos son la base para una eficaz toma de decisiones. Prever el futuro es estimar las posibilidades de mantener el ingreso, de aumentarlo o incluso de perderlo; solo así podemos determinar cuánto puede ser nuestro gasto, ad portas de la llegada de la temporada de más consumo en todo el año: diciembre.

En virtud de que las finanzas son un aspecto enteramente personal, y en el mejor de los casos familiar, se debe tener en cuenta no solo el inmediato futuro, sino también lo que se espera en el próximo año. No es conveniente el optimismo excesivo, tampoco lo es la esperanza en hechos que no controlamos; frases tales como “mañana miramos como se paga” o “Dios proveerá” deben ser sacadas de nuestro lenguaje financiero, las dos son el comienzo de las malas decisiones.

Omar Alonso Patiño
Profesor del pregrado y posgrado en Administración de Empresas
Universidad EAN