Millones de latinoamericanos sueñan con la posibilidad de transformar sus condiciones. La anhelada movilidad social puede llegar a través de la educación, pero también encuentra motor en el deporte. Diego Maradona es un emblema de este fenómeno y deja un legado que desde lo deportivo cubre las esferas de lo individual, organizacional y nacional, garantizando que su imagen perdurará desde el consumo y el sentir de la gente.

Por encima de amores y odios cultivados en los múltiples escenarios y roles que asumió, Maradona es un referente de la superación de las condiciones de pobreza y fracaso. Menospreciado por un sistema educativo plano y de baja calidad, característico de la región, se apoyó en su inteligencia corporal-kinestésica desarrollándola al límite para encarnar el sueño de muchos: ser una estrella del fútbol.

También su actitud fue positiva en la adversidad. Al salir del FC Barcelona, en el que sufrió numerosos desencuentros, enfermedades y lesiones sin alcanzar todos los objetivos esperados, mostró constancia para encontrar la gloria sin importar la trayectoria de su nueva organización. Supo adaptarse y asumir el liderazgo para convertir momentáneamente al irrelevante Nápoles italiano en un gigante.

Destacó y triunfó en todos los países en los que compitió: Argentina, España e Italia; pero el mayor recuerdo de su gloria se encuentra atado a los mundiales de fútbol. Fue campeón en México 1986 y subcampeón en Italia 1990; ganó también el Mundial Sub-20 de 1979, actuaciones sobresalientes que lo convertirían en el símbolo de todo un país.

Su legado en este sentido perdurará, múltiples generaciones lo recordarán como el héroe capaz de doblegar en goles y eliminar a Inglaterra después de los sucesos de la guerra de las Malvinas, reivindicando el orgullo patrio para seguir el camino al campeonato del 86. Así se explica el decreto de luto de tres días, tiempo en el que mientras los fervientes integrantes de la iglesia fundada en su nombre esperan su resurrección, la nación entera honra su aporte patrio.

Para una Latinoamérica ahogada en la fracasomanía y hastiada de malos gobernantes, un deportista que cultiva esperanza en la competencia del mayor nivel y que —además — cosecha el logro, alienta la idea de prosperidad nacional. No es un tema menor, puesto que no existe teoría de la gestión, de la competitividad o de la riqueza que contradiga la relevancia de un ambiente alegre y positivo, en el que la gente se apoye en ejemplos exitosos de construcción de país.

Diego vivió la pobreza en carne propia y lejos de querer convertirse en un traidor de clase, manifestó siempre su simpatía con los desposeídos y su inconformidad con la desigualdad. De hecho, en repetidas ocasiones brindó su imagen a regímenes que atacan al capitalismo, pero murió siendo testigo del paso de una corrupción a otra, sin mejoras en la distribución de la riqueza.

Maradona vivió la pobreza en carne propia y lejos de querer convertirse en un traidor de clase, manifestó siempre su simpatía con los desposeídos y su inconformidad con la desigualdad.

Su cuna en barrio humilde, ser símbolo de Boca Juniors —club que se entiende como el “equipo del pueblo”—, su resiliencia ante el fracaso, sus títulos permeados de talento y genialidad, su cercanía a los hinchas que le hace conocer como ‘El Diego de la gente’, su enorme aporte patrio, su simpatía para quienes tienen menos y su contribución a la estética y difusión del fútbol mismo, harán crecer su imagen como símbolo.

Los amantes del fútbol olvidaron sus equipos y banderas ante el despliegue de su magia en las canchas. Así se convirtió en una figura mundial, capaz de movilizar grandes cantidades de personas y, con ellas, sumas exorbitantes de dinero a través de contratos, publicidad, camisetas, artículos deportivos, eventos y un extenso conjunto de etcéteras que produce la industria deportiva.

Aún fallecido seguirá dinamizando productos del fútbol y muchos otros no deportivos: noticias, biografías, canciones, iglesias, libros, documentales, películas y más, en todo tipo de medios que lo mantendrán como una imagen eterna. Los 3572 millones de espectadores del partido final del mundial de Rusia 2018 se sentirán atados a su nombre. Se seguirá facturando tanto y más en torno a su leyenda.

Es posible que mucho del consumo deportivo del presente, en cuanto al futbol, haya surgido de “la mano de Dios” y sus extraordinarias presentaciones en los 80 y 90. Solo en su país lo velan 45 millones de habitantes que siempre lo recordarán a través de alguna forma de consumo, sin contar con el impacto de su calidad deportiva que trascendió naciones, continentes y generaciones.

Otro es el balance en lo extradeportivo. Infortunadamente, también serán difíciles de olvidar los motivos de su expulsión de la Copa Mundial de Fútbol de 1994 en Estados Unidos; sus diversas adicciones, las formas de su reto constante a la institucionalidad del deporte, así como sus infinitos escándalos fuera de la cancha que malograron parte de sus conquistas deportivas y lo desdibujan como referente social. Esto último reafirma la importancia de la formación integral para promover la plenitud y el desarrollo conjunto de las inteligencias múltiples, además, que la movilidad social no solo refiere a un tema de ingresos como comúnmente y de manera reduccionista asumimos.

Andrés Gómez León
Docente de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas
Universidad Ean