Por estos días, las ferias de arte se toman Bogotá. Una mirada hacia el crecimiento de este mercado, sus cifras y sus matices.
Bogotá se viste de arte en octubre. Nos hemos convertido en el epicentro del mercado del arte contemporáneo nacional e internacional para coleccionistas, amateurs y aspirantes que ya agendan su cita anual y llegan durante este mes en busca de una experiencia que va más allá de la compra de una obra.
La buena noticia para los bogotanos es que si bien la excusa es visitar y/o comprar en las múltiples ferias de arte de la ciudad, el verdadero objetivo es vivir una semana de ocio alrededor de la cual se gesta un movimiento que maximiza las emociones, incentiva el intelecto, crea momentos de esparcimiento y se convierte en un escenario propicio para las relaciones públicas.
Durante la semana de las ferias de arte, del 24 al 28 de octubre, todos los espacios artísticos de la ciudad presentan al público su mejor propuesta; allí se reúne la mayor cantidad de espectadores, incluso al mejor estilo neoyorquino, y los museos empiezan a hacer su gala, como lo hará por primera vez el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Será una semana en la que aumentará el consumo cultural con la oferta de recorridos libres y otros guiados, foros académicos, libros, premios, etc.
El trabajo que han venido realizando las ferias de arte en Bogotá ha sido muy positivo porque no solo detonan todos esos aspectos, sino que le permite al sector de las artes plásticas y visuales de nuestro país crecer, visibilizar y conectarse multidisciplinariamente. Además, de manera indirecta, facilitan el crecimiento de otras áreas de la industria cultural como la gastronomía, el diseño, la economía de la noche y el turismo cultural; sectores que hoy también están en el ojo del huracán de la llamada Economía Naranja.
Una oferta variada y multicolor
Retomando el fenómeno de las ferias, estas existen hace más de 45 años en el mundo y siempre a su alrededor surgen iniciativas satélites que elevan la escena artística de una ciudad. Así han nacido grandes marcas multinacionales como la suiza Basel (también con sede en Hong Kong y Miami), Frieze (Londres y Nueva York), Tefaf (Maastricht y Nueva York), Arco (Madrid, Lisboa) y otros emporios latinoamericanos como ZonaMaco (México), ArteBa (Buenos Aires) para nombrar solo algunas de las más de 100 ferias internacionales de alta gama que generan empleos directos e indirectos y que saturan los calendarios mensuales de los amantes del arte.
En Bogotá, por ejemplo, Artbo, nuestra feria de arte internacional por excelencia, tiene una antigüedad de 14 años y exhibe 70 galerías entre nacionales e internacionales provenientes de 20 países; se desarrolla en Corferias como parte del programa de impulso a las industrias creativas de la Cámara de Comercio de Bogotá y este año ha innovado con un programa para jóvenes coleccionistas que deseen invertir hasta $6 millones de pesos.
Por su parte, Barcú, que potencia el barrio La Candelaria y oferta presentaciones culturales, reúne a galerías internacionales; Odeón, que promueve los valores patrimoniales del centro histórico de la capital y el edificio que lo acoge, apuesta por una propuesta transgresora de arte emergente (antes eran una feria y ahora están al margen de lo comercial, siendo un espacio de circulación que a su vez incentiva la compra de proyectos e instalaciones de tipo museal); Art Chicó, la más nueva, propone ser una feria boutique de carácter comercial y este año se ubicará en la zona M, siendo un punto de acceso para disfrutar la artística Macarena. Por último, está la Feria del Millón, dedicada a la venta de obra de la mano directa del artista, facilitando la compra a quienes estén interesados en adquirir obras por menos de $1.400.000.
Las ferias en Colombia se enfocan en el mercado de arte contemporáneo. En 2017, por tener un referente, este mercado, a nivel internacional, fue de US$ 110,5 millones. Sin embargo, en cuanto al mercado primario (obras que se venden por primera vez, se torna complejo de medir y son las ferias de arte las que nos dan un índice aproximado. Artbo, por ejemplo, mueve una cifra de $105.000 millones. Fuera de la época de ferias la especulación es alta, pero se olfatea un crecimiento del sector al saber que en Bogotá se han abierto en los últimos cinco años varias galerías, dos casas de subastas y un distrito artístico conocido como B.A.D (Bogotá Art District) en el barrio San Felipe.
Emprendimiento y ocio
Entonces, ¿quién quiere participar de este negocio? Al margen de sus cifras, en el marco de esta semana quiero resaltar la relación entre el crecimiento del mercado del arte y el tiempo de ocio. Por definición, un negocio (neg-ocio) es la negación del ocio, la negación del gozo. Por su parte, el ocio es la liberación del trabajo, son actividades por puro placer. Muchos dicen que lo ideal es combinar el trabajo con el placer y, conociendo de cerca el mundillo del arte, considero que en este sector los empresarios y emprendedores sí que logran esta combinación. Así que sí es posible hacer negocios a partir del ocio; lo importante es conocer cómo se consume.
Habrá que comprender que el tiempo del ocio no es el mismo tiempo libre, puesto que este último lo usamos para satisfacer necesidades personales en el marco de la cotidianidad y las responsabilidades adquiridas. El tiempo del ocio se destina para maximizar emociones, para socializar, para divertirse, para probar lo nuevo, para profundizar en los gustos, para contemplar, pensar, crear y sentir a profundidad; es un tiempo que vale la pena planearlo para disfrutarlo al máximo, es una acción que puede ser frecuente o esporádica, personal o familiar.
Por lo tanto, se necesita ir más allá del consumo en el tiempo libre para dinamizar un mercado del arte en Bogotá; el negocio del ocio se debe fomentar para que este impacte la creatividad de los ciudadanos. Así como esta semana se atraen a los coleccionistas y demás actores del circuito internacional, el mercado del arte deberá seguir invitando con ahínco a los bogotanos para que vivan estas experiencias. Qué bueno que durante este mes y durante el año, sin querer queriendo, nos dejemos regalar un mensaje que nos inspire y nos haga cambiar la cotidianidad y vivir una experiencia de ocio sin igual.
Jimena Peña Bennett
Profesora de pregrado y maestría en Gestión de la Cultura
Universidad EAN