Si bien esta start-up está haciendo historia al haber logrado una valoración superior a los USD 1.000 millones, vale la pena revisar su modelo de negocio y las condiciones laborales de los ‘rappitenderos’.
Durante las últimas semanas, el país, y especialmente el ya famoso ecosistema emprendedor, se ha regocijado por el hecho de contar con el primer Unicornio ‘made in’ Colombia; es decir, la primera start-up colombiana en lograr una valoración superior a los USD 1.000 millones, lo cual representa no solo un hito para la nueva clase empresarial del país, sino que nos permite asomar a las grandes ligas del emprendimiento.
Sin embargo, mientras festejamos los triunfos de este emprendimiento que ya ha obtenido inversiones por más de USD 150 millones en varias y exitosas rondas de inversión, y que presenta cifras realmente impresionantes como llegar a transar más de 11.000 pedidos por hora o tener presencia en 6 países de la región, una ola naranja, cada vez más grande, cubre las calles y parques de nuestras ciudades.
Los amados por unos y odiados por otros, ‘rappitenderos’, que solo en el caso de Colombia sobrepasan los 4.000, son el corazón del modelo de negocio de esta start-up; no obstante, no hay una relación laboral formal entre la aplicación y sus domiciliarios, situación que ha llevado a estos últimos a protestar de manera pública por sus condiciones laborales.
“No hay una relación laboral formal entre Rappi y sus domiciliarios, situación que ha llevado a estos últimos a protestar de manera pública por sus condiciones laborales”.
Nos encontramos entonces frente a lo que, para unos, es un modelo de pauperización del empleo o, para otros, el nacimiento de una nueva y ya irreversible tendencia de autoempleo en la creciente “economía colaborativa”, en la cual lo que importa es la generación masiva de ingresos, en detrimento de lo que alguna vez fue el bienestar laboral de los ciudadanos.
Ahora, la crítica no va dirigida a acabar con el modelo de negocio, sino a buscar alternativas para que este sea sostenible (entendiendo la sostenibilidad en las tres dimensiones: ambiental, social y económica). No en vano ya se están empezando a ver acciones como el proyecto de ley presentado por el representante a la Cámara Rodrigo Lara para legalizar el estatus laboral de quienes trabajan para aplicaciones móviles.
“Ya se están empezando a ver acciones como el proyecto de ley presentado por el representante a la Cámara Rodrigo Lara para legalizar el estatus laboral de quienes trabajan para aplicaciones móviles”.
Dejo unos cuestionamientos finales: ¿Rappi es el tipo de empresa que necesita nuestra economía para crecer y proyectarse?, ¿el emprendimiento en Colombia debería soñar entonces con ser un zoocriadero de unicornios, o más bien un zoológico donde de la mano de estos mitológicos especímenes puedan pasear muchas más gacelas, leones y hasta orangutanes que representen la variedad de un país con una multiplicidad de sectores económicos?
No olvidemos que mientras leemos estas líneas, más de 6,5 millones de colombianos están soñando con crear nuevas empresas y tal vez no esperan valoraciones del nivel de Rappi, sino sobrevivir a los complicados tres años del valle de la muerte.
Francisco J. Matiz B.
@fjmatiz
Director Instituto para el Emprendimiento Sostenible
Universidad EAN