Para nadie es noticia que la pandemia por coronavirus ha afectado la actividad económica desde múltiples perspectivas: el desempleo, el incremento de la pobreza, el retroceso en términos de desigualdad, el manejo de las políticas fiscal y monetaria, la gestión de la deuda pública, etc. Otro de los sectores afectados, quizás el que primero lo sintió, es el comercio internacional y las denominadas Cadenas Globales de Valor (CGV).

A pesar de su gran desarrollo en las últimas tres décadas, las CGV ya venían sufriendo algunos problemas antes de este 2020, por ejemplo, a causa de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La pandemia y los confinamientos decretados por la mayoría de los países solo han exacerbado el enlentecimiento del comercio internacional este año, lo cual dejó en evidencia la vulnerabilidad de las economías nacionales debido a la imposibilidad física de conseguir los productos, así como la existencia de oportunidades potenciales para el abastecimiento regional, lo que aquí denominamos estrategia de nearshoring.

Hemos escuchado en múltiples oportunidades que los países deberán tener una «recuperación verde» luego de la pandemia, la cual consistiría en modificar de forma sustancial los procesos productivos para que sean más amables con el medio ambiente. Estamos en una emergencia climática y estamos entrando en zona de riesgo en muchos de los denominados límites planetarios, lo cual nos debe llevar a reflexionar seriamente para pasar a la acción. Precisamente, una alternativa en ese sentido es incidir sobre los proveedores al estilo de las «compras verdes» de las empresas, pero a nivel país.

Los países deberán tener una «recuperación verde» luego de la pandemia, la cual consistiría en modificar de forma sustancial los procesos productivos para que sean más amables con el medio ambiente.

En un estudio a cargo de un equipo de investigación compuesto por profesores de la Universidad Ean y de la Universidad de Castilla La Mancha (España) nos preguntamos cuáles serían los efectos de dicho abastecimiento regional o nearshoring con los lentes de la sostenibilidad. El ejercicio principal consistió en suponer que los países de Latinoamérica que cuentan con una especialización exportadora en productos químicos y farmacéuticos comienzan a abastecer a los demás países de esta misma región, los cuales dejan de comprar estos productos a China. El ejercicio se puede replicar con otros sectores y países.

Como era de esperarse, los resultados indican un aumento del valor agregado y del empleo generado en los países que pasan a ser los abastecedores regionales, sin duda buenas noticias para las economías de la región tan perjudicadas por la pandemia, pero también una oportunidad para el desarrollo e integración de sus economías. El lado negativo es que dicho aumento de la producción implicaría mayores emisiones en la región, lo cual va en contravía con los compromisos de reducción de gases de efecto invernadero de estos países.

Sin embargo, la foto a nivel global es alentadora. Al sustituir producción china por producción latinoamericana se genera un descenso de las emisiones globales debido a que la tecnología utilizada en China es más intensiva en carbono en comparación a la que se utiliza en América Latina. Dicho de otra forma, además de los beneficios positivos sobre valor agregado y empleo, la estrategia de nearshoring brinda una posibilidad de quitarle presión a los límites del planeta. Así como las empresas más innovadoras y responsables ya están tomando medidas para disminuir su huella de carbono por medio de una cuidadosa selección de proveedores «verdes», los países también pueden optar por políticas y estrategias para dicho fin, lo cual constituye una visión moderna y global frente al cambio climático.

Enrique Gilles
Profesor titular del Programa de Economía
Universidad Ean