Cuando a la ciudad en la que vives, llena de grandes edificios y miles de seres humanos con afanes individuales que transitan día a día por su calles, de pronto llega la minga indígena marchando, motivada por un objetivo común, luego de recorrer una buena parte del país para hacer visible no solo las condiciones en las que se encuentran en los territorios alejados donde viven, sino que además nos dejan ver otras posibilidades de pensar y de actuar desde lo colectivo, nos preguntamos, ¿qué los motiva?, ¿cuáles son sus raíces?, ¿qué significado tienen sus elementos más representativos?

Según la Fundación Artes Minga, la palabra minga, cuyo origen es el Quechua (mik’a), significa trabajo colectivo hecho en favor de la comunidad. Es una tradición precolombina de trabajo comunitario o colectivo voluntario, con fines de utilidad social o de carácter recíproco actualmente vigente en varios países latinoamericanos.

Este significado está impregnado de los saberes propios de estas comunidades, de sus sentires, del respeto y amor por la naturaleza, de la capacidad de encontrar puntos en común con el otro, de la fuerza necesaria que reviste sus acciones de dignidad; todo aquello que les permite a sus miembros establecer vínculos de solidaridad y trabajo conjunto.

Los colores, materiales y formas de los símbolos distintivos de la minga indígena son reconocidos y apropiados por quienes hacen parte de este movimiento, sin embargo, son desconocidos para muchos de nosotros. La Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) indica que la bandera verde y roja con el primer color hace alusión a la tierra, la esperanza y los proyectos de vida; el segundo representa la sangre derramada por los mayores. El logo en el centro contiene cinco bastones que simbolizan sus principios: unidad, tierra, cultura y autonomía, y un ‘chumbe’ (cinta tejida) con el nombre de la organización, tejido por las mujeres mayores.

Asimismo, hace presencia la wipala, una bandera multicolor que representa la herencia indígena de los pueblos nativos de varios países de Latinoamérica. Consta de 49 cuadrados y cada color tiene un significado: el rojo simboliza el planeta Tierra y la expresión del hombre andino; el naranja, la sociedad y la cultura; el amarillo, alude a la energía y la fuerza; el blanco, representa el tiempo y la dialéctica; el verde, la economía y la producción andina; el azul, el infinito y el espacio cósmico, y el violeta denota la política e ideología andina.

Los bastones de mando no pueden faltar, están hechos de chonta (la misma palma con la que se construye la marimba, patrimonio de la humanidad), decorados con chumbes y borlas de colores característicos de cada comunidad, que representan no solo la autoridad de quien los guía, sino también la resistencia como una de sus formas de lucha, y la paz como su objetivo de vida.

La minga nos permitió recordar un poco de aquellos valores tan necesarios para poder vivir en armonía en una sociedad tan diversa como la nuestra, que requiere cada vez más que logremos encontrar esos objetivos comunes que nos unan como país.

El significado de palabras como resistencia, lucha y unidad muchas veces es ajeno a quienes no viven cada día en pro de hacerlas parte de sus vidas. Los pueblos indígenas del país históricamente han sido objeto de múltiples formas de vulneración de sus derechos, lo que los ha llevado a organizarse y a desarrollar acciones sociales en la búsqueda del reconocimiento y protección de la diversidad étnica y cultural, que está contemplada en el artículo 7 de la Constitución de 1991.

Los sombreros guambianos, pañoletas y tejidos fueron otros de los elementos visibles durante esta visita. Los sombreros, con su forma de caracol, según su creencia permiten a quienes los llevan puestos guardar sus pensamientos; las pañoletas son símbolo de defensa y resistencia, y los tejidos que llevan en objetos como bolsos o mochilas constituyen una práctica ancestral cargada de significado para quien lo realiza, pero también para identificar roles establecidos dentro de la comunidad.

Luis Acosta más conocido como ‘Lucho’, coordinador nacional de la Guardia Indígena, dice: “Nosotros nos alzamos en bastones de mando. Nuestra arma es el maíz, la cultura, la palabra, nuestras canciones, nuestros rituales y el azadón para trabajar la tierra; eso demuestra que somos un pueblo que no se doblega ante la guerra, y eso el país lo debe tener claro”. Este espíritu guerrero que viene de nuestros antepasados y que tanto nos caracteriza como nación, ese “ser echados pa’ lante ” que muchas veces nos llena de orgullo, es el mismo sentimiento de empuje y tenacidad que vimos reflejado en los rostros de quienes estuvieron en la capital del país.

Como leí en un portal de noticias extranjero, como concepto la minga sirve para todo: desde la construcción de un puente hasta la preparación de un almuerzo. Sin embargo, en nuestro país ha tomado fuerza su carácter político como parte de la necesidad existente de reivindicación de derechos, siendo este su eje de construcción de identidad. Esto ha permitido que aumente la heterogeneidad de sus participantes, quienes la lideran son algunas de las comunidades indígenas del país, pero ahora se suman a su intención actores sociales como los campesinos, mujeres, afros, estudiantes y sindicales, entre otros, que encuentran un sentido común que los identifica a pesar de sus diferencias.

Los medios de comunicación reportaron que alrededor de 8000 personas llegaron con banderas, cánticos y tambores, recordándonos un poco de aquellos valores tan necesarios para poder vivir en armonía en una sociedad tan diversa como la nuestra, que requiere cada vez más que logremos encontrar esos objetivos comunes que nos unan como país, para articular nuestros esfuerzos en la búsqueda de hacer realidad eso que ellos llaman “el buen vivir”.

Andrea Hernández León
Directora del Programa de Estudios y Gestión Cultural 
Universidad Ean