La decisión de la administración del presidente estadounidense de desechar el plan de energía limpia de Obama saldría más costosa de lo esperado en materia económica y ambiental.

Hace pocos días el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció una ambiciosa medida (inversión de US$ 12 billones) para dejar abiertas varias centrales productoras de carbón que, de acuerdo con los planes ambientales de la administración Obama, debían cerrar cuanto antes para cumplir con las metas de reducción de gases contaminantes.

Sin embargo, la iniciativa propuesta por el presidente republicano permitirá que las centrales eléctricas estadounidenses produzcan millones de toneladas de gases de efecto invernadero en la atmósfera, distanciando a Estados Unidos de los objetivos del acuerdo climático de París de 2015, pacto del que se retiró el año pasado.

Si bien la intención de Trump consiste en estimular la inversión en el sector energético y crear más empleos, las nuevas plantas tendrían que usar tecnologías que obligan a que este proceso sea el doble de costoso y, por consiguiente, inviable en materia económica y ambiental.

¿Qué nos queda entonces? Como ciudadanos es importante que nos preocupemos por el origen de la energía eléctrica que consumimos y que les exijamos a los gobiernos y empresas privadas que se enfoquen cada vez más en producir energía eléctrica a partir de fuentes renovables no convencionales y no de fuentes fósiles.

 

 

José Alejandro Martínez
Director del Departamento de Sostenibilidad
Instituto para el Emprendimiento Sostenible
Universidad EAN