Solo una verdadera integración regional podría sacar provecho de la guerra comercial entre China y Estados Unidos y de los espacios que el presidente norteamericano está dejando en las cadenas globales de valor.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sigue siendo fuente inagotable de material para nuestras conversaciones cotidianas. La injerencia rusa para manipular la campaña electoral en su país, los despidos de varios miembros de su propio gobierno, el tratamiento inhumano otorgado a los niños inmigrantes o su amistosa relación con autócratas de la talla de Kim Jong-un y Vladimir Putin, son tan solo algunos de los episodios más mediáticos que lo han puesto en la mira. Sin embargo, en esta entrada me voy a referir a los efectos de la guerra comercial con China y al rol que debería sumir América Latina en ese contexto.
En materia de relaciones económicas internacionales, Trump está echando abajo todo lo que su propio país ha construido desde la segunda posguerra: un sistema multilateral de instituciones (FMI, OMC, OTAN, las mismas Naciones Unidas etc.) y un conjunto de reglas de juego (en particular, el libre comercio) que desde ese entonces delinearon una estabilidad, precaria pero permanente, denominada por algunos autores como la Pax Americana.
En política comercial, existe consenso entre los economistas en cuanto a que el libre comercio genera ganancias para todos los países, lo cual no significa que no existan ganadores y perdedores al interior de los mismos. Y eso lo comprendió muy bien Trump y lo usó a su favor para ser elegido, ya que su fuerza está en el electorado que ha sido más atacado por la deslocalización y la automatización de la economía: los trabajadores menos calificados.
Sin embargo, las consecuencias a nivel global de la escalada proteccionista de Estados Unidos aún no son claras y lo que predomina es la incertidumbre. Esto ya es una mala noticia porque en escenarios inciertos se reduce la inversión y, por ende, es un duro golpe al ya débil crecimiento mundial para los próximos años.
“La escalada proteccionista de Trump es una mala noticia porque en escenarios inciertos se reduce la inversión y, por ende, es un duro golpe al ya débil crecimiento mundial».
Por otro lado, el aumento de costos generado por los mayores aranceles hará que la economía estadounidense pierda competitividad y se revierta parcialmente su participación en cadenas globales de valor, lo cual puede crear oportunidades para otros países. Sin embargo, los latinoamericanos, por su estructura productiva y su inserción internacional, están mal preparados para ocupar dichos espacios: hace falta mano de obra capacitada, capacidades gerenciales e internacionalización de nuestras empresas.
Lo que resta es ver si podremos seguir vendiéndole a un mundo más cerrado. En este contexto, un camino que Latinoamérica debería transitar es explotar las complementariedades productivas por medio de la integración regional. Para esto, se debería comenzar por evaluar las posibilidades de acercamiento entre los dos bloques más significativos: la Alianza del Pacífico y el debilitado Mercosur. En esta tarea es necesario generar consensos que trasciendan las agendas de los gobernantes de turno, creando una institucionalidad que además de los Estados involucre a empresarios y trabajadores de estos países, para no caer en los errores de tantos intentos fallidos de integración del pasado.
Enrique Gilles
Profesor Titular y coordinador del Doctorado en Gestión
Universidad EAN