Las ‘fake news’ y las subidas y bajadas en las encuestas marcan las próximas elecciones locales, pero, al final, pocos son los electores que ejercen su derecho.

La condición humana asombra cuando se lee a autores como Dean Burnett, quien escribió en The Guardian su reconocida publicación: ‘Why people keep electing idiots‘  (Por qué la gente sigue eligiendo idiotas), un documento aplicable a cualquier país y época electoral del pasado, del presente y del futuro.

En su texto, Burnett explica que hacer o decir cosas poco inteligentes no se configura como una barrera para el éxito político, pues hay otros mecanismos de orden psicológico que conducen a la gente a elegir idiotas en posiciones poderosas.

Resulta extraña esa forma de actuar en gente que vive en países “desarrollados”, ¿no?. (Bueno, antes de seguir, hay que aclarar que no todas las personas en posiciones de poder son idiotas, eso incluye a los políticos).

En este momento, en Colombia están en marcha las campañas para las elecciones locales de 2019, para elegir gobernadores, alcaldes, concejales, diputados, ediles y miembros de las Juntas  Administradoras Locales (JAL), proceso que es posible gracias a la descentralización administrativa permitida desde la Constitución de 1991.

Se esperaría que no ocurra lo que ha sucedido en otros lugares y momentos “elegir idiotas en posiciones poderosas “.

Lo único cierto es que se debe cumplir con los procesos democráticos en Colombia, y estos deben inspirar a los ciudadanos responsables del futuro de esta nación y hacer a los jóvenes más conscientes de sus derechos y deberes, incluido su derecho y deber de votar y tener voz en un país que espera bastante de ellos.

Sin embargo, y en contravía a lo que se espera, llama la atención el grado de abstencionismo reportado en los últimos cinco años en Colombia.

Estamos hablando de una cifra que llega al 50 % del censo electoral, exceptuando las elecciones presidenciales del 2018, en dónde el índice fue del 47 % a nivel nacional, una cifra nada alentadora.

Esos resultados podrían ser una muestra de la falta de fe hacia la política o de la ausencia de líneas claras en las propuestas de los candidatos. Es más, hasta podrían evidenciar que, sencillamente, ¡no hay propuestas!

La educación, en todas sus formas, está llamada a inculcar en los estudiantes valores de democracia y prácticas electorales, a motivar en ellos el desarrollo de una consciencia electoral que haga contrapeso a los flagelos que ahora atañen a la sociedad. Ética, capacidad de crítica (¡buena crítica!) y posiciones firmes y argumentadas. Esa es la fórmula que deben aplicar  hoy los jóvenes para resarcir la credibilidad y confianza en las instituciones, ¡y eso la educación puede ofrecerlo!

¿Votar o no votar? ¡Votar!  Votar es un deber, pero votar bien, votar a conciencia, conociendo y reconociendo a los postulantes; leer y releer sus planes de gobierno, que las redes sociales sirvan para rastrear su trajinar político, social y económico y no que su discurso o promesas – ¡a veces camaleónicas! – sean el único parámetro para decidir a quién dar el voto.

Hoy hay un despertar de conciencia y eso debe permear todos los campos: lo social, lo ambiental, lo económico y, por supuesto, lo político.

La política no es para atender intereses particulares, la política debe ir más allá de un ejercicio del poder y de la búsqueda de un beneficio propio y atender el interés general, porque es a partir de ella que se toman decisiones que afectan a todos.

Y usted…¿ya sabe por quién va a votar?

 

María Elsy Sepúlveda Romero
Profesora Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas
Universidad EAN