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Por Beatriz Estefanía Jiménez Aguirre – Investigadora RADDAR CKG

Hace unos días nos vimos todos afectados por el paro nacional, pudimos (tuvimos que) salir antes de la oficina, pero eso no significó un alto al trabajo. Aunque técnicamente cuento con un “horario de trabajo”, éste no siempre se cumple a cabalidad; por encima de los horarios está la cultura de trabajar con ganas y cumplir las metas. Entonces pensé en irme a la casa a seguir trabajando, pero a quién vamos a engañar, uno se conoce y muchas veces sabe que esa no es la mejor opción. Así, en la casa a muchos les hace ojitos, la cama, la nevera, o por qué no una que otra vez, nuestro amigo fiel: Netflix.

Entonces, con mis compañeras de trabajo, decidimos buscar un lugar para trabajar y tomar algo. Lo primero que se le viene a uno a la mente, no es precisamente ir a la biblioteca pública o alguna privada, y menos en una ciudad como Bogotá, donde las distancias y el trancón se dan la mano. Entonces me descubrí a mí misma como cualquier consumidor Millennial, buscando en mi celular: “cafés que tengan Wi-Fi”. Nuestro buen amigo Google nos llevó a unas cuantas opciones, hasta que llegamos a la definitiva. No voy a mentir, para asegurarme de que no iríamos a “perder el tiempo”, llamé. Fue sencillo, pregunté por la conexión a internet y la disponibilidad de mesas con enchufe.

Una vez en el café, no lo pude evitar, como me apasiona el mercadeo y me encanta aprender y reaprender del consumidor, tuve que observar a los demás clientes e incluso preguntar a los meseros sobre las personas que solían venir a trabajar como nosotras. Recordé entonces que cuando estaba buscando nuestra “oficina temporal para la tarde” me topé con la palabra “coffice”. Me pareció muy original el unir las palabras café + oficina, en una sola, para evidenciar algo tan sencillo como una nueva tendencia de trabajo impulsada por la conectividad a la que tenemos acceso, la movilidad y el tema de la flexibilidad laboral.

Así es, el desarrollo tecnológico, junto con la invención de aplicaciones, programas, redes, servicios de almacenamiento en la nube y plataformas digitales, han facilitado trasladar el trabajo a cualquier lugar donde se tenga una buena conexión a internet. De esta manera, las personas pueden decidir con facilidad el lugar y el horario en el que desean trabajar. Y mientras lo hacen, se dan uno que otro gusto. Esta es una nueva tendencia y está latente en el mercado; la cafetería a la que fui lo supo leer, pues adecuó la mitad de su planta con enchufes y una buena iluminación. Además, coloca la clave de Wi-Fi de manera visible en el menú, pues es un servicio “gratuito” y no se le restringe su uso a nadie.

Se podía notar fácilmente las personas que fueron en el mismo plan que nosotras, algunos en grupo, otros solos, con su laptop, algo de beber y algo de comer al lado. Vi cómo unos pasaban de tomar un jugo a luego ordenar un café. Hablar con una mesera me ayudo a aclarar lo que había indagado: algunos consumidores pasan realmente horas ahí sentados y conforme pasa el día, piden algo más. Esto me dejó pensando. Ok, válido, una cuenta que podría ser menor, se va sumando, pero ¿es realmente rentable permitirle a una persona tanto tiempo en una mesa? Supongo, que la mejor respuesta será a lo economista, un depende. Habrá clientes que verdaderamente consumen un monto representativo y otros que aguantarán 2 y 3 horas con solo un café. Tal vez, frente a esto la empresa vio que no podía apostarle a una sola carta. No es casualidad que como ya mencioné, solo una zona de la cafetería estuviera “ambientada” con enchufes para dar paso al coffice.

Sin embargo, el significado de coffice en el estricto sentido de la palabra aún no ha tomado la fuerza que se ha evidenciado en ciudades más desarrolladas como Milán, Londres o Nueva York. Los verdaderos coffices le dan un alto valor al tiempo. A diferencia de un coffee shop tradicional lo que se vende es el tiempo. Las personas pagan por quedarse en un lugar tranquilo y acogedor, que les permitan sentirse como en casa al contar con comidas y bebidas ya preparadas. Esto les lleva a salir de la rutina y compartir ideas con personas de otras empresas que pueden resultar en proyectos exitosos, y por qué no, inclusive en algún nuevo negocio.

Y lo mejor es que al final del día, la persona tuvo un espacio propicio para trabajar, mientras se sintió como en casa, pero no en todo el sentido de la palabra, pues aunque comió, no tuvo que esforzarse en preparar dicha comida, ni luego emplear su tiempo en el lavado de platos. Esta nueva tendencia es un hecho y puede tomar gran fuerza en una ciudad como Bogotá, donde son cada vez más los buscadores tiempo, es decir aquellos que le dan un alto valor al limitado recurso del tiempo y pretenden así, hacer utilizarlo eficientemente.

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