Por: Lida Alejandra Acosta (Investigadora RADDAR CKG / Directora de Estudios Económicos)

A lo largo del último lustro, Colombia ha encontrado en el aguacate una alternativa de cultivo para promover el aumento de las exportaciones y consigo el desarrollo económico en algunos territorios del país, esto a su vez, ha hecho al país preguntarse en sí, ¿cómo producir cada vez mejor un producto?

El mercado del aguacate a lo largo de todo el mundo cada vez es más atractivo, características como su tamaño, sabor, perfil nutricional y la facilidad de su preparación en diferentes platos lo convierte en un producto altamente demandado y con potencial para la exportación. En términos competitivos, Colombia tiene ventajas frente a Latinoamérica para su producción gracias a la amplia disponibilidad de zonas aptas para el cultivo en los 12 meses de año frente a otros competidores internacionales como México, Perú y Chile; esto ha permitido que Colombia se consolide como uno de los mayores y mejores países exportadores a nivel mundial en este producto.

Aunque parece ser una buena idea, poner en manos de la producción de aguacate parte del crecimiento del país, especialmente porque se reduce la dependencia a las exportaciones mineras, también representa un reto ambiental para el país. En México el aguacate es uno de los productos que más dinero le deja al país, incluso por encima de los hidrocarburos en términos netos, sin embargo, se ha convertido en un problema ambiental para los mexicanos.

Este crecimiento y oportunidad en torno del aguacate, quizá lo que deja ver, es cómo el gobierno se ha puesto en la tarea de aumentar las exportaciones y la inversión extranjera directa, en ramos y productos no tradicionales de la economía para impulsar, entre otras, la creación de empleo.

Con esto como telón de fondo, la pregunta que queda de fondo es ¿entonces donde puede estar lo malo del aguacate? lo que podemos observar es que la alta demanda del producto ha llevado a que muchos agricultores opten por el desarrollo de monocultivos dejando a un un lado la producción de ciclo corto en productos como papa, cebolla, zanahoria entre otros; este aumento en la producción extensiva de cultivos de aguacate ha llevado a países como México a un aumento de la quema de bosques para el cultivo de esta fruta, cosa que evidentemente se viene desarrollando en todas las partes del mundo para la expansión de la frontera agraria. Adicionalmente, para que este producto logre ciertas características como su cremosidad, es necesario el uso elevado de agua, característica que hace poco sostenible el cultivo especialmente en zonas donde las temporadas de sequías se hacen más fuertes.

Otro factor que podría ser considerado como crítico, es el uso de productos químicos agrícolas, sin embargo, parecer ser que los estándares de calidad que exigen los países receptores son mucho más altos a los tradicionales, esto ha requerido de una inversión importante tanto en los controles de calidad, como en los cultivos y la investigación en laboratorios y por supuesto promover buenas prácticas de producción.

De esta manera, aunque el aguacate representa una buena oportunidad para generar un mayor crecimiento del país que no devenga de la extracción de hidrocarburos, también nos representa importantes retos en términos ambientales, especialmente en la producción de monocultivos que hacen de la economía dependiente de materias primas, siendo esta una de las maldiciones en cierto sentido que Colombia ha afrontado, por la balanza que implica el valor implícito entre lo importado y lo exportado; en este caso particular el aguacate, podríamos vernos a futuro en términos de intercambio desiguales, además de las desmedidas acciones para la expansión de esta clase de cultivos o cualquier otro en términos de deforestación, esto sin incluir las dificultades que de por sí, se  evidencia en el sector agro del país con una estructura agraria arcaica y con infraestructura deficiente.