Por Sofia Olaya, Investigadora junior RADDAR CKG

En línea con la reactivación económica y el auge de los conciertos en este 2022, en el mes de junio se llevó a cabo el festival Salsa al Parque en la ciudad de Bogotá. Tras dos años de no realizarlo, y con la necesidad de los colombianos de tener actividades de diversión y esparcimiento fuera del hogar, era de esperarse que esta edición rompiera récord de asistentes. Y así fue: en 2022 se congregaron 125.000 asistentes en comparación a los 22.000 que hubo en 2019, y, que supera con creses los 80.000 de 2015. Y aunque esto termina siendo una buena noticia para la diversión de los bogotanos, también se hace evidente en medio del crecimiento de la audiencia, un gran error en la organización. El cambio de locación del parque Simón Bolívar a la Plaza de Bolívar, – la cual se llenó en su totalidad – generó cierta incomodidad ante la gran cantidad de asistentes y el poco espacio para siquiera movilizarse.

Sin embargo, más allá de los problemas de logística y del fabuloso cartel de artistas invitados, en este tipo de eventos sale a relucir la falta de cultura ciudadana y de empatía, que hoy por hoy, debería caracterizar a nuestra sociedad. Desde la fila para poder ingresar a la Plaza de Bolívar se podía evidenciar una gran cantidad de personas empujando a los demás para acceder al espectáculo. En determinado momento, un grupo de personas decide empujar a uno de los encargados de la logística del evento, e inició una estampida de personas que se colaron, una imagen bastante particular que se asemejaba más a una embestida de cuadrúpedos, que a un colectivo de seres humanos dispuestos a un espacio cultural. Esta situación impuso el “imperio de las malas”, que se rigió por la ley del más fuerte, y entonces, nadie respetó la fila y gran parte de los asistentes entraron por el pabellón de “los colados”.

Ya al interior de la Plaza se pudo ver la intolerancia de varias personas que se empujaban y peleaban por alguien que abría una sombrilla e impedía que los demás pudieran visualizar el escenario. Las comidas, la cerveza y el aguardiente también brillaron por su presencia en Salsa al parque, no por el sabor, sino por los desechos, pues a mitad de la tarde se podían encontrar latas y envases botados en el suelo por toda la plaza, situación que empeoró al caer la noche. Finalmente, al terminar el evento miles de personas se movilizaron hacia el transporte público, pero como era de esperarse hubo una “colatón” masiva en Transmilenio, además, de varias personas golpeando y abucheando los pocos buses que pasaban.

Es así como un evento de entretenimiento y conexión con la música se vio empañado por el irrespeto y la falta de cultura ciudadana. Pero Salsa al parque no es un hecho aislado, en todos los eventos masivos sucede lo mismo. Recientemente, durante el partido de Millonarios vs Junior de la Liga Betplay, una hincha de millonarios que se encontraba en las primeras filas del estadio decide sacar un chicle de su boca y arrojarlo a un jugador del equipo contrario, con gran efusividad y enojo.

Mucho se lee sobre los cambios que debimos surtir como consumidores durante La Pandemia y El Confinamiento; y mucho se ha dicho con respecto, a cómo lo vivido debió permitirnos reflexionar sobre la importancia de la vida y del respeto hacia los demás, de hecho en muchos de estos análisis priman palabras como “empatía”, “solidaridad” y “resiliencia”; no obstante, pareciera por el contrario que nos hubiéramos llenado de rabia y que apenas tuvimos la oportunidad de salir de nuevo a la calle salieron también nuestras peores facetas y defectos como sociedad. El mensaje de reflexión y cambio que nos envió la pandemia no fue recibido, y hoy más que nunca la Urbanidad de Carreño parece una utopía.