Samir Campo Escudero
RADDAR CKG
Ocho, no son cuatro, ni mucho menos dos; minutos no son segundos y siete por veinticuatro son siete días a la semana, veinticuatro horas al día. Resulta inaceptable que la industria piense que el consumidor no sabe contar y que en medio del funcionamiento de la relación de oferta y demanda se acepte la posición dominante de la industria por encima de un consumidor, que se aproxima a una marca a través de una oferta de valor, pero cuando esta promesa es incumplida, es valioso que este reclame, y en el Estado Liberal, resulta funcional que este deje ver sus dientes; porque entre otras para eso son.
Por ello es menester reconocer que el accionar de la superintendencia en sus últimas intervenciones ha sido acertado; ha procurado no sólo la defensa de la ley, sino del consumidor que en últimas es defender la economía del estado, en tanto que el consumo de los hogares hoy representa el 65% del PIB.
Casos como el de la cartelización del azúcar, la cartelización de los pañales, la venta de suplementos vitamínicos que son nocivos para el organismo, el cobro de productos o servicios no consumidos, la promoción que no es promoción, el soporte técnico no prestado, los cortes de servicios no anunciados, la letra menuda ejecutada sin dialogo o las alitas de pollo mal contadas, no solo desmedran al consumidor, sino también la industria de un país que requiere ser fortalecida; este tipo de búsquedas de la rentabilidad a cualquier costo, se hace una práctica no solo que genera desconfianza por parte del consumidor y que atenta sobre la marca, cualquiera que ella sea, sino que pone al mismo frente a una elección que inclusive lo puede llevar fácilmente en algunos grupos de consumo, a la compra de contrabando.
Y esto sin contar la distancia que resulta entre lo que sueña el empresario y lo que sucede en la cadena de servicio; es decir, quizá el objetivo del propietario de una cadena de restaurantes o franquiciante, sea hacer de su empresa una fuente de construcción de valor, la generación de empleo y el desarrollo de una marca que represente el anhelo y las necesidades de un grupo de consumidores en el mercado; pero si la cadena de servicio termina tomando decisiones inadecuadas, o no termina incumpliendo la oferta de valor que se soñó en su momento; todos terminamos siendo afectados del quehacer malintencionado y de la pifia del sistema.
Siempre le caemos encima al estado por que no hace lo suyo, aplausos entonces para la superintendencia porque le está ayudando al consumidor, y evita que nos vean la cara de pendejos.