Por Mateo Alfaro – Investigador Junior RADDAR CKG.
La alimentación ha sido un objeto de identidad cultural ligada a las condiciones climáticas, geográficas, religiosas, sociales y económicas. Es una de las formas directas en la que nos relacionamos con la naturaleza, pero con la industrialización y la globalización, la alimentación se universalizó y pasó a ser un servicio despersonalizado que busca la satisfacción masiva de consumidores que necesitan gastar menos tiempo cocinando y menos dinero en alimentos para poder trabajar y consumir más. Sin embargo, las nuevas generaciones de consumidores están volviendo a ver la alimentación como una forma de relacionarse con la naturaleza y ven en la nutrición un camino para reducir la contaminación, recuperar los ecosistemas y para controlar su salud. Así, en los últimos años la comida ha adquirido un papel fundamental como factor de cambio para solucionar algunos de los problemas más urgentes de nuestro tiempo.
La industrialización del sector agropecuario también ha traído increíbles beneficios para la humanidad. Desde el siglo XIX los precios de los alimentos se han reducido drásticamente haciéndolos accesibles para una mayor parte de la población, de igual manera las hambrunas dejaron de ser tan frecuentes y mortales – especialmente en los países capitalistas – gracias a las nuevas metodologías de producción. Sin embargo, todos estos beneficios han estado acompañados de un gran costo. Se estima que la producción de alimentos vegetales y animales es responsable del 34% de las emisiones de gas invernadero a nivel mundial de los cuales el 57% es producido por alimentos animales y un 29% es producido por alimentos vegetales. Solamente la carne de res y los productos lácteos suman el 34% de las emisiones de alimentos animales lo cual implica que son responsables de la emisión de cerca del 12% del todos los gases de invernadero a nivel mundial. Adicionalmente, los monocultivos de trigo y maíz utilizados para alimentar a los animales son perjudiciales para la biodiversidad; por su parte, los fertilizantes junto con los desechos animales terminan en los mares litorales y crean grandes cuerpos de algas que, al absorber el oxígeno, crean “zonas muertas”. El sistema actual de producción de comida parece insostenible y las nuevas generaciones influenciadas por personajes como Greta Thunberg, documentales de Netflix y TED talks en YouTube ven que es importante para el medio ambiente reducir el consumo de carne (especialmente de res) con lo cual se ha creado una demanda por una nueva variedad de productos vegetales que intenten remplazar la carne y cada vez más personas adoptan dietas basadas en el consumo de vegetales.
El otro frente que está transformando la demanda alimenticia a nivel mundial tiene que ver con la relación entre la nutrición y la salud. En el 2016 el 39% de los adultos sufrían de sobrepeso u obesidad en todo el mundo, mientras que en Colombia esta cifra fue del 59%. Adicionalmente, en el 2019 el 10,23% de las muertes prematuras en Colombia fueron atribuidas a la obesidad (esta es un factor de riesgo importante para las enfermedades cardíacas, la diabetes, la osteoartritis y algunos tipos de cáncer). Con este panorama, está ganando popularidad un enfoque del cuidado de la salud concentrado en la prevención de enfermedades basado en tres pilares fundamentales: una nutrición “sana y natural”, suficiente actividad física y un sueño de buena calidad. La nutrición “sana y natural” se refiere usualmente a un mayor consumo de vegetales y de alimentos orgánicos, es decir, que no hayan tenido contacto con una gran cantidad de químicos (pesticidas, medicinas, fertilizantes). Esto, lleva a los consumidores a reducir el consumo de comidas procesadas con una alta densidad energética, llenas de grasas y azúcares, y buscar alternativas orgánicas de alimentación. Por otro lado, recientemente ha surgido un nuevo campo en la medicina llamado “nutrición psiquiátrica”, que estudia la relación entre la alimentación y la salud mental. Los primeros estudios sugieren que la comida es un determinante de la salud mental, un estudio realizado por Felice Jacka et. Al. (2017) muestra que una dieta apropiada contribuye a reducir los síntomas derivados de la depresión. Con el aumento de casos de afecciones mentales a nivel mundial, estos avances científicos también prometen transformar las preferencias alimenticias de los consumidores.
En resumen, los nuevos consumidores están al tanto de la importancia que tiene la alimentación en su salud física y mental por lo que están demandando alimentos de mejor calidad que sean capaces de satisfacer sus necesidades nutricionales y que estén libres de aditivos químicos que puedan tener consecuencias negativas en la salud. Lo anterior, se ha traducido en un aumento en la demanda de alimentos mínimamente procesados, de origen orgánico y frescos. Al mismo tiempo, son conscientes de que la manera en la que se produce comida actualmente debe cambiar para garantizar la sostenibilidad ambiental del mundo, transformando las preferencias de los consumidores hacia alimentos orgánicos y de origen vegetal.