Sergio Fajardo y Aníbal Gaviria son garantía del proyecto cívico antioqueño fundado sobre las bases de la confianza y la posibilidad de ofrecer una imagen límpida de la política como verdadero servicio al bien de todos. Los actos de posesión del pasado primero de enero constituyen una muestra de una alianza real que reconoce la relación interdependiente entre la región y la ciudad y que hace evidente la convicción de construir sobre lo construido, un principio simple de gobierno que cuesta mucho poner en práctica.

El plan de desarrollo municipal se propone resolver cinco problemas: 1) Irrespeto por la vida; 2) Inequidad; 3) Precaria sostenibilidad; 4) Bajos niveles de desarrollo; y 5) Débil institucionalidad; en tanto que la propuesta departamental identifica tres prioridades: desigualdad, violencia y cultura de la ilegalidad.

Sin duda, estos asuntos constituyen situaciones socialmente problemáticas que, más allá de las generalidades propias de los discursos de posesión, tienen el común denominador de contar con cimientos firmes para su conversión en hechos reales: la legitimidad de la movilización electoral que derrotó las prácticas clientelistas, la conformación de equipos de gobierno con altas calidades humanas y técnicas y el liderazgo de dos personas honestas que se han ganado la credibilidad ciudadana con trabajo y resultados concretos.

Contrario al personaje fantoche, sibilino y falaz que Colombia eligió como presidente, Antioquia y Medellín cuentan con auténticos líderes que le auguran buen gobierno a los destinos regionales de los próximos cuatro años. Por supuesto, no se trata de dejar a los gobernantes hacer su trabajo en solitario, pues la magnitud de los retos que enfrentan requiere el concurso ciudadano, en especial en la fase de planeación que comienza con la elaboración de los planes de desarrollo territoriales.