La Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria de 2009 plantea erradicar el hambre del planeta como el desafío esencial y, en consecuencia, la Declaración manifiesta el compromiso de adoptar medidas urgentes en esta dirección. Para ello plantea cuatro objetivos estratégicos (plena realización del primer ODM, gobernanza de la seguridad alimentaria, promoción de nuevas inversiones y atención al cambio climático) y retoma los cinco Principios de Roma como base de las acciones (inversión asociada, coordinación estratégica, derecho a la alimentación, multilateralismo, inversión en la agricultura).
Estos buenos propósitos contrastan con la ausencia de dirigentes del G8 y expectativas insatisfechas debido a la falta de nuevos fondos para combatir la pobreza así como de medidas concretas, todo lo cual se traduce en un sentimiento de decepción que en el cubrimiento mediático se ha calificado como fracaso. En síntesis, el “Fiat panis” que se propone desde la FAO no logra convertirse en el imperativo que acate la humanidad entera, por el contrario, sigue siendo apenas un bonito lema.
No obstante, algunos líderes respondieron a la cita y lanzaron serias críticas al estado de cosas actual y plantearon cuestiones que invitan a la reflexión y a la acción. “Sin horizontes, sin esperanza, sin futuro para más de mil millones de seres humanos, ¿cómo esperar una convivencia armoniosa y cooperativa entre los pueblos?”, señaló Lula al final de su intervención. Por su parte, la chilena Bachelet manifestó que “será imposible resolver el problema del hambre si no ponemos, de una vez por todas, el problema de la inequidad, al interior y entre los países, en el centro del debate mundial”.
De igual forma, es importante resaltar la presencia y las palabras de Benedicto XVI quien retomó algunas de las ideas contenidas en la Caritas in Veritate y afirmó: “El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones”.
Podemos optar por seguir delegando estas realidades problemáticas en las instituciones que insisten en demostrar su incapacidad para resolver las cuestiones sociales, pero también podemos otorgar el papel protagónico que jugamos nosotros las personas de carne y hueso. Los pobres resultados de esta cumbre pueden ser una invitación para abandonar la miseria con la que enfrentamos nuestras necesidades sociales más sentidas y asumir la solidaridad como valor que oriente convicciones personales y decisiones colectivas.