Se marchó Krugman de Colombia y se llevó consigo la crisis. Al menos esa es la sensación que queda después de leer los titulares de prensa y los editoriales. No obstante, la declaración de Krugman está llena de matices que lejos de una sentencia definitiva, enfatiza en la necesidad de prestar atención al proceso de recuperación y en particular hacer frente al fenómeno del desempleo que toda recesión trae consigo.

Es posible acoger las interpretaciones optimistas que aparecen en los medios a propósito de la visita del más reciente premio Nobel de economía, pero además es necesario reconocer que nuestras cuestiones sociales no terminan allí. La crisis que persiste, es la crisis humanitaria, la que nos encierra en posiciones cómodas que solo permiten ver datos en lugar de privaciones humanas: desempleo, pobreza, desigualdad.

En este sentido, es necesario promover el debate público y tomar las decisiones que hagan desaparecer el aparente carácter inevitable del desempleo como precio que debemos pagar a causa de la crisis que ya pasó. Es preciso también, enfrentar la crisis humanitaria de nuestro país que, en materia económica, permite que el tiempo de bonanza nacional coincida con la ausencia de logros en la cuestión de la desigualdad, pues de acuerdo con la MESEP, el coeficiente de Gini para el 2008 se ubica en 0.59, idéntico valor al registrado en 2002.

La cuesta arriba de la recuperación económica tiene su punto de partida en la discusión, ejecución y evaluación de políticas públicas más humanas. Para ello debemos superar la visión de paisaje inmodificable que caracteriza nuestra lectura de los fenómenos sociales, de tal manera que comencemos a reconocer que detrás de las cifras están las personas que sufren a diario las más diversas formas de privación asociadas con las penurias económicas, la ausencia de oportunidades y la negación de derechos.