Desde 1961, en su discusión respecto a la disponibilidad de información perfecta, Stigler ofrece poderosas razones para acudir a los expertos cuando afirma: “la información es un recurso valioso: el conocimiento es poder”.
No hay duda de la relevancia del ejercicio de la consultoría o la asesoría para acompañar los procesos de decisión en los ámbitos público y privado. Respetables profesionales ofrecen sus calificados servicios a directivos, gobernantes, comunidades y una amplia miscelánea de clientes que buscan disminuir sus vacíos de información y conocimiento.
No obstante, existe una paraburocracia que pulula en la deliberación pública. Con dineros provenientes de la cooperación internacional en buena medida y con recursos públicos en no pocos casos, es frecuente encontrar consultores y asesores cuyos méritos no se corresponden con su función. Llover sobre mojado, locamente hablar, a la topa tolondra y caja registradora son frases que definen algunos de sus rasgos característicos:
Esta labor de intermediarios del conocimiento no se cumple en el vacío, por el contrario, es preciso contar en primer lugar, con verdadero conocimiento y experiencia; luego, con el instrumental que permita identificar los problemas, disponer de enfoques metodológicos para analizarlos, contrastar los conceptos con la realidad y ofrecer recomendaciones de política. De lo contrario, seguiremos despilfarrando valiosos recursos.