Con ocasión de las emotivas elecciones presidenciales y del siempre apasionante mundial de fútbol, a menudo se invocaba la justicia debido a la presencia de candidatos o jugadores tramposos, intromisiones indebidas de gobernantes o árbitros y otros asuntos que daban lugar a resultados injustos. En esos debates -tanto electoral como futbolero-, con más asidero en las emociones que en las razones, se hace alusión a la justicia desde múltiples nociones tanto objetivas como subjetivas. Esa evidencia de fundamentación plural coincide con el símil del que se vale Amartya Sen para exponer “La idea de la justicia”.

 

Haciendo uso de su valiosa cualidad de acudir a ejemplos sencillos para ilustrar cuestiones complejas, el Premio Nobel de Economía de 1998 nos presenta una situación en la que tiene lugar el problema de las razones plurales y rivales para la justicia. La decisión consiste en identificar cuál niño merece la flauta objeto de disputa, ergo, se trata de identificar una asignación justa sin dar espacio a la arbitrariedad: Anne es la única niña que sabe interpretarla, Bob es un niño pobre que no tiene juguetes propios y Carla ha trabajado para elaborarla. Desde una lógica económica Anne es capitalista, Bob es excluido y Carla es obrera; en términos más amplios, el ejemplo representa al utilitarista, al igualitarista y al libertario. Todos tienen razones que pueden llevarnos a un callejón sin salida: «la búsqueda de la realización humana, la eliminación de la pobreza o el derecho a disfrutar del producto del trabajo propio» (46).

 

A lo largo del libro está presente la defensa de la necesidad de la razón para promover la reflexión humana y la deliberación pública. Para ello, Sen toma las personas razonables de Rawls entendidas como aquellas capaces de acoger nueva información, tomar nota de los puntos de vista de las otras personas y participar en los debates interactivos sobre cuestiones fundamentales. En sintonía con la invitación a leer más y a citar menos al filósofo escocés Adam Smith, el autor indio se apoya en la figura del espectador imparcial concebida por el pensador de Kirkaldy para responder a la necesidad de ampliar la discusión y evitar la trampa del parroquialismo de los argumentos.

 

Es posible sugerir una crítica al Nobel indio ya que la apuesta por la pluralidad como medio para resolver la cuestión de la asignación justa de la flauta a uno de los niños abre la puerta al relativismo y por esa vía, a la contradicción de posibilitar la arbitrariedad. Dada la asimetría entre personas ocasionada por la dotación dispar de ventajas y oportunidades, existen territorios cuya influencia externa suele ser factor determinante de dinámicas sociales, políticas y económicas; esta asimetría territorial constituye una imposibilidad práctica del arbitraje justo, aún desde la imparcialidad abierta de Smith.

 

Ad portas de la presunta unidad que gobernará los destinos de nuestro país, esta obra de Amartya Sen se constituye en referencia de lectura obligatoria para todos aquellos comprometidos con el debate razonado alrededor de nuestras cuestiones públicas.