Después de la aprobación de presupuestos de empresas y entidades del Estado, vale la pena destacar algunos aspectos que permitan retroalimentar el ejercicio. La carrera contra el tiempo es el común denominador: los empleados de las oficinas de planeación estratégica en las empresas y los departamentos de planeación en los entes territoriales trabajan en los horarios propios de la insensatez eficientista. El resultado de la planeación comprende una amplia gama de características: desde los juicios de valor apoyados en criterios técnicos incomprensibles hasta las ocurrencias de última hora soportadas en la autoridad que otorga un nivel superior en la jerarquía.
Durante la socialización del derrotero propuesto para el año siguiente, se debe resaltar la aparición en escena de la validación, papel que se suele asumir desde la ignorancia o desde las buenas intenciones, pero siempre en busca de los detalles sin importancia solo perceptibles para personajes como Ireneo Funes (a quien Borges concede una memoria prodigiosa y una capacidad de discernimiento con la cual “notaba los avances de la muerte”).
Como consecuencia de ocurrencias y juicios de valor adicionales, el proceso retorna a las proyecciones elaboradas en la madrugada y en fines de semana sin descanso familiar con el fin de acatar las directrices funesinas. En muchas ocasiones, nuestros procesos de planeación parecen olvidar que la incertidumbre es la única certeza y convierten el ejercicio en una tarea interminable e inútil.
“Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer” afirma Borges luego de plantear la imposibilidad de Funes para pensar. Es posible parafrasear en términos de planeación: cuando planear es abstraer y generalizar, la minucia de la validación es un disparate.