En el mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de enero de 2010 se invita a “redescubrir esos valores que constituyen el fundamento sólido sobre el cual construir un futuro mejor para todos” siendo la solidaridad uno de los pilares de un nuevo modo de vivir. Cabe anotar que cuando Amartya  Sen cuestiona el papel central que se le atribuye a la conducta egoísta como principal motivación humana, también advierte que “es importante no caer en el error de suponer que los individuos son especialmente virtuosos y están deseosos de ser justos”.

 

Sin embargo, el principio solidario está presente en la mente y el corazón humanos. Si bien el interés personal nos mueve a comportarnos de una u otra manera, también el interés por otros (amigos, familiares, vecinos, compañeros, conciudadanos, incluso desconocidos) influye en nuestras decisiones.

 

Por ejemplo, el aire dadivoso que invade el consumismo decembrino es la manifestación de ese principio solidario que también motiva nuestras actuaciones. Más aún, la generosidad propia de las festividades que están terminando es una  prueba adicional del activo ciudadano que representa la actitud solidaria hacia los demás. La solidaridad permite hacer frente a las crisis sean ellas de carácter humano, económico, alimentario, ambiental o social. No es inexacto asegurar que somos solidarios por naturaleza, el reto consiste en hacer valer esa motivación humana por encima del egoísta interés personal de tal manera que el espíritu caritativo decembrino se extienda en tiempo y lugar.

 

En el terreno personal es necesario combatir el síndrome característico de  buena parte de nuestras relaciones interpersonales, que en términos de telefonía móvil se puede denominar “no tengo minutos”. En este sentido, es preciso dedicar tiempo para conjugar verbos como saludar, escuchar, aconsejar, compartir, ayudar y un largo etcétera que tiene su asidero en la puesta en práctica de la solidaridad.

 

En el plano colectivo, el principio de la solidaridad entendido como un deber con los demás, alude a la responsabilidad personal frente a la suerte de nuestros conciudadanos y cuyas implicaciones prácticas dependen del alcance que le asignemos a nuestros propósitos; la vinculación a la conversación social orientada por motivaciones solidarias es clave en esta época de decisiones electorales, también la acción directa como el voluntariado o la exigencia de cuentas a los tomadores de decisiones pueden ser vehículos de solidaridad.

 

Sin desconocer la advertencia de Sen citada arriba, es posible afirmar que la tarea de promover y facilitar las acciones fundadas en la solidaridad constituye un factor jalonador para lograr los objetivos de las políticas públicas encaminadas a garantizar la dignidad de la persona humana fundada sobre condiciones de justicia y equidad.