El ciclo de las políticas públicas establece un primer momento orientado a la planeación que comienza en la identificación de problemas, pasa por la deliberación de ideas para solucionarlas y termina con un diseño de política. Una vez se toman las decisiones en medio del juego político para lograr asignaciones de recursos satisfactorias para todos los intereses en pugna, tiene lugar un segundo momento en el que aparece la ejecución de las propuestas identificadas como viables para brindar soluciones a las preocupaciones sociales.
Finalmente, se encuentra el momento de evaluación encaminado a retroalimentar el ciclo a través de la identificación de logros y retos de tal manera que se posibilite el rediseño de la política pública bajo la figura de la acción sanción que debe caracterizar todo asunto de carácter público.
Nuestros municipios atraviesan un momento crucial para escoger la trayectoria de corto y mediano plazo que permita alcanzar las visiones de desarrollo que cada territorio juzga convenientes. En tal sentido, es preciso estar muy atentos para evitar la repetición de errores y prácticas contrarias al interés colectivo, que aún perduran en nuestro acontecer nacional. Es necesario tener ojo avizor y oído agudo para erradicar la imposición de agendas de gobierno diferentes a las prioridades ciudadanas, para eliminar promesas y lugares comunes carentes de fundamentos técnicos y financieros y sobre todo para combatir decisiones excluyentes que condenan a las poblaciones vulnerables a permanecer en la tragedia circular de la pobreza.
La discusión del plan de desarrollo de cada municipio es el escenario propicio para promover remedios a los males que nos aquejan, en nuestras manos está actuar para incidir en las directrices del desarrollo de los próximos cuatro años o bien, dejar que otros tomen las decisiones y legitimarlas con nuestra indiferencia.