Publicado el 11 de noviembre de 2013 por Ellen Brown.

 

En Costa Rica, los bancos de propiedad pública han estado disponibles por tanto tiempo y funcionado tan bien, que la gente da por sentado que cualquier país que sabe cómo manejar una economía tiene la opción de la banca pública. Los costarricenses se sorprenden al escuchar que sólo hay un banco de depósitos público en los Estados Unidos (el Banco de Dakota del Norte), y que pocas personas tengan acceso privado al mismo.

 

Lo mismo dice el activista político Scott Bidstrup, que escribe:

 

Durante la última década, he residido en Costa Rica, donde hemos tenido una ‘opción pública’ por los últimos 64 años.

 

Existen 29 bancos autorizados, asociaciones mutuales y cooperativas de crédito en Costa Rica, de los cuales cuatro fueron establecidos como bancos nacionales de propiedad pública en 1949. Desde entonces, han permanecido abiertos y en manos públicas, a pesar de la enorme presión por parte del FMI [Fondo Monetario Internacional] y los Estados Unidos por privatizarles junto con otros bienes públicos. Los costarricenses han resistido a la presión, porque el valor de una opción pública en la banca se ha hecho inmensamente claro para todos en el país.

 

Durante las últimas tres décadas, un sinnúmero de bancos privados, asociaciones mutuales (una especie de sociedades de ahorro y préstamo) y cooperativas de crédito, han ido y venido, y los depositantes en ellos inevitablemente han perdido la mayor parte del valor de sus cuentas.

 

Pero los cuatro bancos estatales, que compiten ferozmente entre sí, sólo siguen y siguen. Debido a que son estables y ninguno ha fallado en 31 años, la mayoría de los costarricenses movieron la mayor parte de su dinero a ellos. Esos cuatro bancos en la actualidad representan el 80% de todos los depósitos individuales en Costa Rica, y las 25 instituciones privadas comparten el resto entre sí.

 

Según un informe del Banco Mundial de 2003, los bancos del sector público que dominan el sistema bancario interno de Costa Rica, incluyen tres bancos comerciales estatales (Banco Nacional, Banco de Costa Rica y Banco Crédito Agrícola de Cartago) y un banco especial constituido llamado Banco Popular, que en principio es de propiedad de todos los trabajadores costarricenses. Estos bancos representaron el 75% de todos los depósitos bancarios en 2003.

 

En Competition Policies in Emerging Economies: Lessons and Challenges from Central America and Mexico (2008), Claudia Schatan escribe que Costa Rica nacionalizó la totalidad de sus bancos e impuso un monopolio sobre los depósitos en 1949. En efecto, sólo los bancos de propiedad estatal existían en el país después de eso. El monopolio se relajó en la década de 1980, y fue eliminado en 1995. Sin embargo, la amplia red de oficinas desarrollada por los bancos públicos y la existencia de una garantía estatal ilimitada sobre sus depósitos, ha hecho de Costa Rica el único país en la región en el que la banca pública claramente predomina.

 

Scott Bidstrup comenta:

 

En 1980, la economía costarricense había crecido hasta el punto de que era, con mucho, el país más rico de América Latina en términos per cápita. Era tanto más rico que sus vecinos, que las estadísticas económicas de América Latina era rutinariamente citadas con y sin incluir a Costa Rica. Las tasas de crecimiento fueron de dos dígitos durante una generación y media. Y la prosperidad fue ampliamente compartida. La clase media de Costa Rica, inexistente antes de 1949, se convirtió en la parte dominante de la economía durante este período. La pobreza fue casi abolida, las favelas [barriadas pobres] desaparecieron, y la economía estaba en auge.

 

Esto no se debía a que Costa Rica tuviera recursos naturales u otras ventajas naturales sobre sus vecinos. Por el contrario, dice Bidstrup:

 

Al término de la guerra civil de 1948 (que fue provocada por las condiciones sociales desesperadas de las masas), Costa Rica era desesperanzadoramente pobre, la nación más pobre del hemisferio, como lo había sido desde la conquista española.

 

El ganador de la guerra civil de 1948, José ‘Pepe’ Figueres, ahora un héroe nacional, se dio cuenta de que iba a ocurrir de nuevo si no se hacía nada para aliviar la aplastante pobreza y privaciones de la población rural. Formuló un plan en el que el sector público sería financiado por las ganancias de las empresas estatales, y el sector privado sería financiado por la banca estatal.

 

Un gran número de empresas capitalistas de propiedad estatal fueron creadas. Sus ganancias fueron devueltas al tesoro nacional, y financiaron docenas de grandes proyectos de infraestructura. En un momento dado, más de 240 empresas de propiedad estatal estaban dando tanto dinero, que Costa Rica estaba construyendo infraestructura de forma desenfrenada, financiada en gran parte con dinero en efectivo. Sin embargo, todavía tenía los impuestos más bajos de la región, y aún podía darse el lujo de gastar el 30% de su renta nacional en salud y educación.

 

Una disposición de la Constitución de Figueres garantizaba un puesto de trabajo a cualquier persona que quisiera uno. En un momento dado, el 42% de la población activa de Costa Rica estaba trabajando para el Gobierno, directamente o en una de las empresas de propiedad estatal. La mayor parte del resto de la economía que no participaba en el comercio del café, estaba trabajando para pequeñas empresas familiares que eran proveedoras de las grandes compañías de propiedad estatal; y fue la banca estatal, ofreciendo créditos en condiciones favorables, la que hizo posible la fundación y el crecimiento de aquellas pequeñas empresas. Si se hubieran visto obligadas a recurrir a la banca del sector privado, pocas de ellas habrían sido capaces de obtener el financiamiento necesario para establecerse y prosperar. La banca estatal fue clave para el crecimiento del sector privado. La política de préstamos era la política del Gobierno, y fue diseñada para facilitar el desarrollo nacional, no el de las billeteras de los banqueros. Prácticamente, todo lo que el país necesitaba era producido localmente. Inodoros, ventanería de cristal, cemento, barras de refuerzo, materiales para techos, ventanas y puertas de carpintería, cables y alambres, todos fueron elaborados por empresas capitalistas de propiedad estatal, la mayoría de ellas bastante rentables. Costa Rica fue el jugador dominante a nivel regional en la mayoría de los productos de consumo, y estaba presente en el plano internacional.

 

Sobra decir que este buen ejemplo no le cayó bien a los intereses comerciales extranjeros. Le costó a Figueres dos intentos de golpe de Estado y uno de asesinato. Él respondió con la abolición del ejército (a excepción de la Guardia Costera), dejando aún más ingresos para los servicios sociales e infraestructura.

 

Cuando los intentos de golpe de Estado y asesinato fallaron, dice Bidstrup, Costa Rica fue alcanzada por una forma de guerra económica llamada ‘crisis de divisas’ de 1982. En tan sólo unos meses, el costo de la financiación de su deuda externa pasó del 3%, a tasas variables extremadamente altas (27% en un momento dado). Como resultado, junto con todos los demás países de América Latina, Costa Rica se enfrentaba a la moratoria de pagos.

 

Bidstrup escribe:

 

Fue entonces cuando el FMI y el Banco Mundial hicieron su aparición.

 

Privaticen todo lo que esté a la vista, nos dijeron. Teníamos pocas opciones, por lo que lo hicimos. Acaben con la garantía de empleo, nos dijeron. Así lo hicimos. Abran sus mercados a la competencia extranjera, nos dijeron. Así lo hicimos. La mayor parte de las antiguas empresas estatales se vendieron, en su mayoría a corporaciones extranjeras. Muchas terminaron cerrando en un corto período de tiempo por parte de extranjeros que no sabían cómo administrarlas, y el desempleo apareció (y con él, la pobreza y el crimen), por primera vez en una década. Muchas de las firmas nacionales quebraron o se vendieron rápidamente ante la ruinosa competencia extranjera. Muy poco de la economía manufacturera de Costa Rica sigue siendo de propiedad local. Por lo que ahora, en vez de ganar forex [divisas] a través de la exportación de bienes producidos localmente y retener las ganancias a nivel local, estas empresas hoy son pasivos del forex, expatriando sus ganancias y ganando relativamente poco a través de exportaciones. Los costarricenses ahora bromean con ironía que su economía es una subsidiaria de propiedad total de los Estados Unidos.

 

Los terribles efectos de las medidas de austeridad del FMI fueron confirmados en un extracto del libro 1993 por Karen Hansen-Kuhn titulado ‘Structural Adjustment in Costa Rica: Sapping the Economy’. Señaló que Costa Rica se destacó en centroamérica debido a su historia de casi medio siglo de democracia estable y Gobierno que funcionaba bien, con la mayor clase media de la región y la ausencia tanto de un ejército como de un movimiento guerrillero. La eliminación de las fuerzas militares le permitió al Gobierno respaldar un sistema de bienestar social de tipo escandinavo que todavía proporciona atención médica y educación gratuitas, y ha ayudado a producir la menor tasa de mortalidad infantil y la más alta esperanza de vida promedio en toda centroamérica.

 

Sin embargo, en la década de 1970, el país entró en la deuda cuando el café y otros productos básicos cayeron de repente en sus precios y el petróleo se disparó. Para obtener los dólares para comprar petróleo, Costa Rica tuvo que recurrir al endeudamiento externo y, en 1980, la Reserva Federal de los Estados Unidos bajo Paul Volcker, subió las tasas de interés a niveles sin precedentes.

 

En The Gods of Money (2009), William Engdahl complementa la historia de fondo. En 1971, Richard Nixon sacó al dólar del patrón oro, causando su caída precipitada en los mercados internacionales. En 1972 , el secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente Nixon, tuvieron una reunión clandestina con el Sha de Irán. En 1973 , un grupo de poderosos financistas y políticos se reunieron en secreto en Suecia y discutieron el ‘respaldo’ eficaz del dólar con petróleo. A continuación, se ultimó un acuerdo en el que los países productores de petróleo de la OPEP le venderían sólo en dólares. El quid pro quo fue la protección militar y un impulso estratégico en los precios del petróleo. Los dólares terminarían en los bancos de Wall Street y Londres, desde donde financiarían la creciente deuda estadounidense. En 1974, un embargo petrolero convenientemente causó que el precio del mismo se cuadriplicara. Los países sin suficientes reservas en dólares tuvieron que pedir prestado a los bancos de Wall Street y Londres para comprar el petróleo que necesitaban. El aumento de los costos hizo subir los precios en todo el mundo.

 

A finales de 1981, dice Hansen-Kuhn, Costa Rica tenía uno de los niveles de deuda per cápita más altos del mundo, con pagos de servicio de deuda por un equivalente al 60% de los ingresos por exportaciones. Cuando el Gobierno tuvo que elegir entre defender su sistema de servicios sociales estelar, o ceder ante sus acreedores, optó por los servicios sociales. Suspendió los pagos de la deuda a casi todos sus acreedores, predominantemente bancos comerciales. Pero esto le dejó sin cambio de divisas. Fue entonces cuando recurrió a los préstamos del Banco Mundial y el FMI, que impusieron ‘medidas de austeridad’ como condición necesaria. El resultado fue el aumento de los niveles de pobreza de forma dramática.

 

Bidstrup escribe sobre los desarrollos subsecuentes:

 

En deuda con el FMI, el gobierno de Costa Rica tuvo que vender sus empresas de propiedad estatal, lo que le privó de la mayor parte de sus ingresos, y el país se ha visto obligado desde entonces a dejar de invertir. Ningún gran proyecto de infraestructura ha sido concebido y construido en su totalidad a partir de los ingresos fiscales, y el mantenimiento de la infraestructura existente construida durante esa época, debe esperar para su financiación, con resultados predecibles.

 

Casi todos los años se ha producido un cierre de uno de los bancos privados o grandes cooperativas de ahorro. En todos los casos, ha sucedido por un escándalo de corrupción o malversación, lo que demuestra el viejo dicho de que la mejor manera de robar un banco es siendo dueño de uno. Es por esto que el 80% de los depósitos individuales en Costa Rica están ahora en manos de los cuatro bancos estatales. Son de fiar.

 

Costa Rica todavía tiene una economía robusta, y está mucho menos afectada por las vicisitudes de la subida y bajada de las oleadas económicas internacionales que las empresas de los países vecinos, ya que las empresas locales puedan obtener dinero cuando lo necesiten. Durante el congelamiento crediticio de 2009, las cosas siguieron más o menos igual en Costa Rica. Sí, hubo una contracción de la economía, sobre todo como resultado de una enorme caída en el turismo extranjero, pero hubiera sido mucho peor si los negocios locales no hubieran sido capaces de obtener financiación cuando era necesario. Estaba disponible, porque la mayoría de la actividad crediticia es fijada por la política gubernamental, y no por el índice de temor de un banquero local.

 

La estabilidad de la economía local es una de las razones por las que Costa Rica nunca ha tenido mucha dificultad en la atracción de inversión extranjera directa, y sigue siendo el líder en la región en ese sentido. Y es claro para mí que la banca estatal es una de las principales razones del porqué.

 

El valor y la importancia de un sector de banca pública para la estabilidad general y la salud de una economía, ha sido bien demostrado por la experiencia de Costa Rica. Mientras tanto, nuestros vecinos, con sus sistemas bancarios totalmente privatizados, han, de hecho, animado a la gente a mantener su dinero bajo el colchón y, como resultado, los sus sectores financieros no han prosperado. Aquí sí lo han hecho porque la mayoría del dinero se mantiene en bancos que cargan con la buena fe y el crédito de la República de Costa Rica, por lo que el dinero está en los bancos y disponible para préstamos. Mientras que los sistemas financieros de nuestros vecinos se tambalean de crisis en crisis, y sufren de las consiguientes quiebras bancarias frecuentes, el sistema público de Costa Rica sólo sigue prosperando. Y lo mismo ocurre con la economía costarricense.

 

Él concluye:

 

Mi escenario de ensueño para cualquier país del tercer mundo que desee desarrollarse, es hacer exactamente lo que Costa Rica hizo con éxito durante muchos años. Invertir en la Santa Trinidad del desarrollo nacional: salud, educación e infraestructura. Pagando por ella con las ganancias de las empresas capitalistas estatales, que son rentables, ya que están protegidas de la competencia extranjera ruinosa, y ayudan a la empresa privada local a comenzar, crecer y convertirse en grandes exportadores, con bancos estatales estables que priorizan el desarrollo nacional por sobre hacer ricos a los banqueros. Funcionó bien para Costa Rica por una generación y media. También puede funcionar para cualquier otro país. Incluyendo los Estados Unidos.

 

El más reciente Happy Planet Index, que clasifica a los países en base a la cantidad de vidas largas y felices que producen por unidad de emisión medioambiental, ha clasificado a Costa Rica en el primer puesto a nivel mundial. El modelo costarricense es particularmente instructivo en momentos en que los ciudadanos estadounidenses están gimiendo bajo las cargas gemelas de impuestos y aumento en los costos de seguro de salud. Al igual que los costarricenses, podríamos reducir los impuestos mientras incrementamos los servicios sociales y la reconstrucción de la infraestructura, si permitiéramos que el Gobierno creara algo de dinero por sí mismo, y un gigantesco primer paso sería que este estableciera algunos bancos de propiedad pública.

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Lea más artículos aquí. Ellen Brown es abogada, presidenta del Public Banking Institute y autora de doce libros, incluyendo al best seller Telaraña de Deuda. En su libro más reciente, The Public Bank Solution, explora los modelos históricamente exitosos de la banca pública a nivel mundial. 

 

Sus sitios web son http://telaranadedeuda.wordpress.com/, http://WebofDebt.com, http://PublicBankSolution.com y http://PublicBankingInstitute.org

 

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Traducción por Andrés Celis.