Publicado el 18 de enero de 2013 por Ellen Brown

 

La moneda del billón de dólares representa en realidad uno de los principios más importantes de la prosperidad popular jamás concebidos: la creación del dinero por los gobiernos soberanos, libre de deuda.

 

La semana pasada en The Daily Show, Jon Stewart caracterizó a la propuesta de que la Casa Blanca evitara el techo de la deuda mediante la acuñación de una moneda de un billón de dólares como un intento de «hablar basura».

 

El economista y columnista del New York Times Paul Krugman respondió con una crítica entrada de blog, acusando a Stewart de «falta de profesionalismo» por no tomar en serio a la moneda de un billón de dólares. Sin embargo, el mismo Krugman había llamado ‘tonta’ a la idea. Él pensó que era un poco menos tonto, y menos peligroso, que jugar con el techo de la deuda, lo que de por sí era un grillete inconstitucional sobre la facultad del Tesoro de pagar las deudas ya contraídas por el Congreso.

 

Stewart respondió el 15 de enero que se reafirmaba en su «conclusión ignorante de que una moneda de un billón de dólares acuñada para permitir que el presidente evitara el techo de la deuda, por más arbitrario que eso fuera, es una maldita estúpida idea».

 

Todo es muy divertido, ¿no? La mayoría de los analistas desconocen el significado real de la moneda del billón de dólares. No se trata sólo de juego político. Durante siglos, una batalla secreta se ha desatado sobre quién debería crear la oferta monetaria de la nación: los gobiernos o los bancos. Hoy en día, todo lo que queda del poder de crear dinero del Tesoro de los Estados Unidos, es la facultad de acuñar monedas. Si nosotros, el pueblo, queremos recuperar ese poder para que podamos pagar nuestras obligaciones a su vencimiento, el Tesoro tendrá que acuñar más que monedas de cinco y diez centavos. Tendrá que crear algunas monedas con grandes números en ellas.

 

Para rescatar a los bancos, la Reserva Federal, como cabeza de la banca privada, emitió más de 2 billones billones de dólares como ‘flexibilización cuantitativa’, simplemente mediante la creación de dinero en una pantalla de computador. Tanto el Congreso, como la Casa Blanca y el Tesoro, se sometieron y dieron su consentimiento. Cuando se propuso que el Gobierno se rescatara a sí mismo de sus problemas de presupuesto mediante la acuñación de una moneda de 1 billón de dólares, la Reserva Federal dijo que no aceptaría la moneda de curso legal del Tesoro. Y la Casa Blanca aceptó de nuevo, evidentemente avergonzada de haber contemplado esta ‘ridícula’ alternativa.

 

De alguna manera, hemos llegado a aceptar que es menos tonto que el banco central cree dinero de la nada y lo preste a casi cero interés a los bancos comerciales privados, para que vuelva a ser prestado al público y al Gobierno a tasas de interés de mercado, a que el Gobierno simplemente cree el dinero por si mismo, libre de deuda e interés.

 

Los bancos, obviamente, tienen las de ganar en este juego, y lo han tenido por los últimos dos siglos y medio, haciéndonos olvidar de que cualquier otra opción siquiera existe. Hemos olvidado nuestras raíces históricas. Los colonos americanos no pensaban que fuera tonto cuando escaparon de una opresiva deuda con los banqueros británicos, y de un suministro de dinero crónicamente escaso, al imprimir ellos mismos sus propios vales de papel, una solución innovadora que permitió que las colonias prosperaran.

 

De hecho, la moneda del billón de dólares representa uno de los principios más importantes de la prosperidad popular jamás concebidos: la creación de dinero nacional libre de deuda. Algunos de nuestros más grandes líderes, incluyendo a Benjamin Franklin, Thomas Jefferson y Abraham Lincoln, promovieron la estrategia esencial detrás de él: que el dinero libre de deuda ofrece una manera de romper los grilletes de la deuda, y liberar a la nación para así darse cuenta de todo su potencial.

 

Hemos perdido no sólo el poder de crear nuestro propio dinero, sino también el recuerdo de que alguna vez tuvimos ese poder. sin embargo, con la ayuda de campañas tales como Occupy Wall Street, Strike Debt y Free University, estamos empezando a volver a aprender el gran secreto del dinero: que la forma en que se crea determina quién tiene el poder en la sociedad: nosotros, el pueblo, o ellos, los banqueros.

 

No es ningún secreto quien tiene el poder hoy en día. En el gran rescate de 2008, los bancos se vieron recompensados ​​por hacer apuestas irresponsables y fraudulentas en el escándalo de las hipotecas subprime, sin que nadie haya cumplido condena en la cárcel. Luego estaba el escándalo de las firmas temerarias sin estudio previo de documentos bancarios cual robot (robosigning), en el que los bancos cometieron fraude criminal y del que se libraron con una palmadita en la mano. Ahora estamos viendo desarrollarse al escándalo del LIBOR. Mientras que una persona del común puede recibir de 10 a 20 años por robar un banco, los ejecutivos bancarios obtienen enormes bonificaciones por robarnos a nosotros.

 

Podemos despotricar en contra de los bancos y demandar un cambio, pero nada va a cambiar hasta que entendamos su secreto fundamental, la base de su poder: que aquellos que crean el dinero de la nación controlan a la nación. Mediante mecanismos explicados en otra parte, casi la totalidad de la oferta monetaria de la actualidad creada por los bancos.

 

Recordando Nuestras Raíces: Un Curso de Repaso

 

Benjamin Franklin fue llamado  ‘El Padre del Papel Moneda’. Él argumentó ante el Parlamento Británico que el dinero emitido por el Gobierno le había permitido a las colonias escapar del yugo de la deuda, para prosperar y crecer. El rey, impulsado por el Banco de Inglaterra, respondió prohibiendo todas las nuevas emisiones de vales de papel. La economía colonial se hundió en una depresión y los colonos se rebelaron. Ellos ganaron la revolución, pero el poder de crear dinero se perdió en manos de una oligarquía bancaria privada establecida bajo el modelo de la que dominaba el Banco de Inglaterra.

 

Ochenta y seis años después, el presidente Abraham Lincoln con valentía tomó de nuevo el poder del dinero durante la Guerra Civil. Para evitar tasas de interés exorbitantes del 24% al 36%, él decidió imprimir dinero directamente del Tesoro de los Estados Unidos. como Billetes de los Estados Unidos o ‘greenbacks’. La emisión de 450 millones de dólares en greenbacks fue clave para la financiación, no sólo de la victoria del Norte en la guerra, sino para una serie de proyectos de infraestructura fundamentales, incluyendo un sistema de ferrocarril transcontinental.

 

Lincoln fue asesinado y, sin embargo, el programa de los billetes greenback se interrumpió rápidamente. Repetidos intentos populares por revivirlo fallaron. En 1872, de acuerdo a Lynn Wheeler en Triumphant Plutocracy: The Story of American Public Life from 1870 to 1920, los banqueros de Nueva York enviaron una carta a todos los bancos de los Estados Unidos, instándoles a financiar periódicos que se opusieron al dinero emitido por el Gobierno. La carta decía en parte:

 

Estimado señor: Es recomendable hacer todo lo que esté en su poder para sostener tan prominentes periódicos diarios y semanales […] como se opondrán a la emisión del greenback, y que usted también privará de patrocinio o favores a todos los solicitantes que no estén dispuestos a oponerse a la emisión de dinero por parte del Gobierno. Deje que el Gobierno emita las monedas y los bancos lo hagan con el papel moneda del país […] Restaurar la circulación de la emisión de dinero de parte del Gobierno, sería proveerle dinero a la gente, y por lo tanto afectaría seriamente su beneficio individual como banqueros y prestamistas.

 

El dinero creado por los bancos (que ahora incluye al dinero electrónico) podría ser prestado con una utilidad para el pueblo. El ‘dinero de la gente’ se limitó a las monedas, que hoy componen menos de una diezmilésima parte de M3, la medida más amplia de la oferta monetaria.

 

El asesinato de Lincoln y el abandono de los billetes greenback libres de deuda, marcó efectivamente el cambio de un tipo de esclavitud (basada en la raza) por otra (basada en los salarios y la deuda). Como resultado, el gobierno estadounidense y los estadounidenses están tan fuertemente atascados en la deuda hoy día, que sólo una reforma radical del sistema monetario puede liberarnos.

 

¿Artilugio o Innovación Disruptiva?

 

Ese es el verdadero contexto y trasfondo de la moneda del billón de dólares. Los riesgos son mucho más altos hoy que simplemente esquivar el techo de la deuda. Nosotros, el pueblo, necesitamos recuperar la facultad de emitir nuestro propio dinero, y las monedas son el único medio que nos queda para hacerlo.

 

La idea de acuñar monedas de grandes denominaciones para resolver los problemas económicos, fue evidentemente sugerida primero por un presidente de la Subcomisión de Acuñación de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en la década de 1980. Él señaló que el Gobierno podía pagar toda su deuda con algunas monedas de mil millones de dólares. La Constitución le da al Congreso el poder de acuñar moneda y regular su valor, y no hay un límite sobre el valor de las monedas que crea. En Telaraña de Deuda, sugerí que para resolver los problemas de deuda del Gobierno hoy en día, estas tendrían que ser monedas de un billón de dólares.

 

En la legislatura que comenzó en 1982, sin embargo, el Congreso optó por imponer límites a las cantidades y denominaciones de la mayoría de las monedas. La única excepción fue la moneda de platino, a la que a una disposición especial permite acuñarla por cualquier cantidad con fines conmemorativos.

 

Un abogado llamado Carlos Mucha, que blogea bajo el seudónimo de Beowulf, propuso la emisión de una moneda de platino para sacar provecho de esta laguna legal, después de escucharme hablar de la moneda del billón de dólares en una entrevista con Thom Hartmann. Al principio era sólo un ejercicio divertido. Pero con el estancamiento sin fin en el Congreso sobre el techo de la deuda, fue tomada por economistas serios como una forma de darle jaque mate a los halcones del déficit.

 

Philip Diehl, ex director de la Casa de la Moneda de los Estados Unidos y coautor de la ley de la moneda de platino, confirmó que la moneda sería de curso legal:

 

En la acuñación de la moneda de platino por un billón de dólares, el Secretario del Tesoro estaría ejerciendo una autoridad que el Congreso le ha concedido de forma rutinaria por más de 220 ​​años […] bajo el poder otorgado expresamente al Congreso en la Constitución (artículo 1, sección 8).

 

Warren Mosler, uno de los fundadores de la Teoría Monetaria Moderna, revisó la idea y concluyó que operativamente iba a funcionar. Los fondos serían simplemente nuevos saldos de reservas en la Reserva Federal en lugar de nuevos títulos del Tesoro.

 

Joe Firestone señaló que la moneda del billón de dólares podría resolver los problemas de deuda del Gobierno de una vez por todas, poniendo en sus manos la facultad de sustituir la austeridad con la abundancia disfrutada por nuestros antepasados.

 

La moneda del billón de dólares puede elevar los gritos de ‘¡hiperinflación!’. Y evoca las imágenes de billetes de un millón de marcos llenando las carretillas. Pero, como señala el economista Michael Hudson:

 

Cada hiperinflación en la historia ha sido causada por el pago de la deuda externa que genera un colapso del tipo de cambio. El problema casi siempre es el resultado de las presiones de monedas extranjeras en tiempos de guerra, y no del gasto interno.

 

El profesor Randall Wray explica que la moneda no circularía, sino que sería depositada en la cuenta del Gobierno en la Reserva Federal, por lo que no inflaría la oferta monetaria circulante. El presupuesto aún necesitaría la aprobación del Congreso. Para ponerle un tope a los gastos, el Congreso sólo tendría que cumplir con algunas reglas básicas de la economía. Podría gastar en bienes y servicios hasta el pleno empleo sin crear inflación de precios (ya que la oferta y la demanda se incrementarían juntas). Después de eso, necesitaría fijar impuestos, no para financiar el presupuesto, sino para reducir la cantidad de dinero en circulación y evitar una subida de los precios por un exceso de demanda.

 

Es Hora de Retomar el Poder del Dinero

 

La crisis económica actual no puede resolverse con el pensamiento que la creó. Simplemente no hay dinero suficiente en el sistema para financiar los servicios que necesitamos desesperadamente, pagar la deuda y mantener a los impuestos en una tasa manejable. La oferta monetaria se ha reducido en 4 billones de dólares desde 2008, según la propia página web de la Reserva Federal. La única solución es añadir más dinero a la economía real, la que produce; y esto significa una entidad por mandato del Congreso tiene que crearlo, bien sea la Reserva Federal o el Tesoro.

 

La Reserva Federal ha declinado hacerlo. Al rechazar rotundamente la moneda de curso legal del Tesoro, la Reserva Federal como representante de los bancos, se está imponiendo como superior jerárquico de los representantes elegidos por el pueblo. Si la Reserva Federal no va a reconocer las monedas creadas por el Gobierno, tal vez el Gobierno tendrá que constituir un banco de propiedad pública que lo haga.

 

Hoy mismo tenemos una oportunidad para ponerle fin a la farsa de la política del dinero encadenado, así como al reinado de los grandes bancos. Tenemos el poder de escoger la prosperidad por sobre la austeridad. Pero para hacerlo, primero tenemos que restaurar el poder de crear dinero a manos de la gente.

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Ellen Brown es abogada y presidenta del Public Banking Institute (Instituto de la Banca Pública). En Telaraña de Deuda, su último de once libros, muestra cómo un cartel privado ha usurpado el poder de crear dinero de manos de la propia gente, y cómo esta puede recuperarlo. Su libro The Buck Starts Here: Restoring Prosperity with Publicly-owned Banks será lanzado esta primavera.

 

Sus sitios web son telaranadedeuda.wordpress.com, www.webofdebt.com, www.ellenbrown.com y www.publicbankinginstitute.org

 

Fue conferencista de TEDxNewWallStreet 2012 en Mountain View (California).

 

El libro Telaraña de Deuda ha sido publicado por la editorial RANDOM HOUSE MONDADORI bajo el sello DEBATE. Clic aquí.

 

Telaraña de Deuda ha sido publicado como libro electrónico. Más información haciendo clic aquí o aquí, entre otros sitios web.

 

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Traducción por Andrés Celis.