Acaba de iniciar, como es costumbre todos los fines de año, la puja por el incremento del Salario Mínimo.

 

Como es apenas lógico cada parte se inclina hacia su zona de conveniencia. En esta ocasión el abanico de propuestas va desde un 3,0% hasta un 11,0%.

 

La política que establece como pago básico un determinado salario mínimo, busca reducir el trabajo mal remunerado que lleva a una explotación laboral. Igualmente contribuye a mejorar la competitividad, fomentando la inversión en bienes de capital que propende por una mayor productividad. Esta situación lleva progresivamente a buscar una mano de obra cada vez mas calificada.

 

Actualmente el cálculo  del incremento del SMLV obedece a cuatro variables, el IPC del año corriente, el IPC proyectado para el siguiente año, y los incrementos del PIB y de la productividad laboral.

 

Cuando el SMLV aumenta por encima del IPC del año corriente, se genera una presión adicional sobre la inflación del próximo año. Lo anterior debido a que existen muchas empresas donde el mayor componente de su costo directo es la mano de obra. Estas compañías deben incrementar sus tarifas de acuerdo con el aumento del SMLV, como es el caso concreto de las empresas de seguridad.

 

Incluir en la fórmula incrementos proyectados de una inflación, que aún no se han dado, genera subjetividad y presión inflacionaria adicional. Además, el crecimiento y la productividad laboral no son iguales para todas las empresas. Estas dependen del sector, de tratados de libre comercio, de la competencia y de múltiples factores particulares para cada empresa. Por ejemplo, el crecimiento y la productividad de una empresa del sector petrolero son totalmente diferentes a las de una empresa de confecciones.

 

Creo que la fórmula para calcular el incremento del IPC debería tener solo dos componentes. El primero de carácter obligatorio, consistente en el incremento del IPC del año corriente. Este valor es cierto, medible técnicamente y afecta de manera mas general a toda la economía. Incluso, se podría utilizar el IPC por regiones o por ciudades, dependiendo de la ubicación de cada empresa.

 

El segundo componente debería ser opcional, fruto de la conciencia de los empresarios por mejorar las condiciones de sus colaboradores, pero también delimitado por la viabilidad financiera de cada empresa, y midiéndolo sobre la base de los resultados obtenidos.  Así se lograría también mayor nivel de compromiso y pertenencia de los empleados hacia sus empresas.

 

Los modelos de gerencia financiera basados en la generación de valor, permiten la implementación de esta moderna estrategia.

 

Hermann Stangl

Experto en Valoración de Empresas y Marcas

www.stangl.com.co