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Por: Nelson Abdul*

 

El desarrollo económico de prácticamente todas las naciones del mundo se debe, en gran parte, al capitalismo. La libre empresa, el movimiento de capitales y la generación de riqueza continúan formando parte del nuevo orden económico del mundo. Hace más de 230 años, el filósofo escocés, Adam Smith, sorprendió al mundo de su época con la obra “La riqueza de las naciones”, gracias a ella fue considerado el padre de la economía política. Smith realiza una crítica al mercantilismo de la época; según su visión, la clave del bienestar social se basa en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo. La división del trabajo, a su vez, se perfecciona a medida que se amplia la extensión de los mercados y por ende la especialización. Los principios de su obra sorprendentemente se siguen ajustando al mundo actual, ellos establecen, en términos generales, lo siguiente:

 

  1. Para triunfar en los negocios se debe potenciar los dones de los demás.
  2. La utilidad es una buena causa. La acumulación de riqueza es necesaria para que triunfen los negocios, las personas y por ende las naciones.
  3. La competencia es sana, importante y necesaria; ella perfecciona el sistema.
  4. Servir a las necesidades de otras personas faculta el servicio hacia nuestras propias necesidades.
  5. Cada individuo deberá balancear el interés personal con sus sentimientos morales a fin de crear equilibrio en el desarrollo personal y social.
  6. Toda persona, independiente de sexo, raza y creencias deberá contar con oportunidades de generación y acumulación de riqueza.
  7. Los beneficios de la mano invisible del mercado sólo se lograrán en una nación bien gobernada.
  8. El bienestar humano es la meta final del desarrollo económico de las naciones.

 

Estos principios han influido la generación de prosperidad económica y bienestar social en el mundo. Desafortunadamente la incorrecta administración de los recursos de las naciones, así como el enriquecimiento ilícito de muchos de sus administradores, opacan la filosofía de bienestar social alcanzable mediante el capitalismo. El liderazgo, en especial el político y el empresarial, deberán enfrentar esta problemática para acortar la distancia entre ricos y pobres.

 

El capitalismo se ha entendido, o más bien malentendido, como la explotación del ser humano para la acumulación de riqueza de unos pocos, tristemente el desarrollo económico tradicional, por medio de la creación de la libre empresa, se limita, en términos generales, a pagar salarios insuficientes y en algunos casos explotadores a su fuerza laboral.

 

La empresa tradicional está en crisis debido a los excesivos impuestos, las continuas reformas económicas, los altos costos de las materias primas y los costos laborales entre otras razones. Por otro lado, la fuerza laboral también se encuentra en crisis debido a las largas jornadas de trabajo, a los escasos ingresos, al pobre reconocimiento que reciben los trabajadores, y al exceso de cargas de trabajo, fruto del recorte de personal que frecuentemente soportan las empresas; los trabajadores que se salvan del recorte reciben como premio las cargas de trabajo que dejan sus compañeros cesados. Esta insatisfacción continua está perpetrando un concepto equivoco del capitalismo que proponía Adam Smith en 1776, el cual implicaba indefectiblemente el desarrollo económico y social de cada nación.

 

El problema de la producción de riqueza al alcance de todos no reside en el sistema capitalista como tal, sino más bien en las malas interpretaciones del mismo. El sometimiento de la fuerza laboral a un sistema capitalista, mal desarrollado, que la empobrece continuamente ha aumentado la insatisfacción profesional y por ende afecta negativamente la calidad de vida de sus componentes. Por lo cual es urgente proponer formas de enriquecimiento económico y social que deriven de la correcta interpretación de los principios del capitalismo.

 

En un artículo anterior escribí sobre la importancia de conocer y explorar el poder que tiene el movimiento de capitales por encima del movimiento de productos. Fue así como expuse sobre los Nuevos Capitales, una nueva forma de generación de riqueza. Hoy me propongo, a través de este espacio, ampliar el poderío del Capital Relacional.

 

El capital relacional, desde el punto de vista empresarial, se ha definido como el grupo de activos intangibles que mide la relación que una empresa tiene con sus clientes, sus canales de distribución, proveedores, competidores, alianzas, entre otras. Se le conoce como capital externo, es el conjunto de interacciones que mantiene la organización con su entorno exterior.

 

Para nuestro enfoque, Capital Relacional se refiere a las relaciones entre personas. Es la riqueza que cada persona posee en sus amigos, familiares, conocidos, equipos de trabajo, compañeros de estudio, colegas y todas las demás personas con las cuales se puede relacionar y con quienes podría realizar negociaciones, transacciones y otros movimientos orientados al bienestar y la generación de riqueza económica. Todos los seres humanos podemos construir redes relacionales, las cuales se convierten a través del tiempo en activos de generación de riqueza. El Capital Relacional de una persona equivale a la red de allegados y contactos que realiza y sostiene a través del tiempo.

 

Existe un concepto denominado Capital Social, procedente de la sociología que se refiere a la riqueza de las redes sociales, redes relacionales, asociaciones, organizaciones de iniciativa social, niveles de participación social, entre otras redes, con que cuenta una determinada comunidad o sociedad y que son fundamentales para su desarrollo. James Coleman utilizó el término capital social para describir un recurso de individuos que emerge de sus «lazos sociales», y Pierre Bourdieu lo usó para referirse a las ventajas y oportunidades que obtienen las personas al ser miembros de ciertas comunidades. El capital social permite que una sociedad opere efectivamente. Esto incluye factores intangibles tales como valores, normas, actitudes, confianza, redes, y semejantes.

 

Para algunos expertos en capital social, mi definición de Capital Relacional se podría acercar a un componente del primero. Sin embargo, mi objetivo se centra en mostrar como mediante las relaciones -Capital Relacional- las personas, además de lograr una sana convivencia, pueden constituir negocios y operaciones mercantiles en red.

 

Cada persona, independiente de su desarrollo económico y social posee en pequeña o gran escala algo de Capital Relacional, un conjunto de personas allegadas con las cuales mantiene ciertas interacciones. El poderío de este capital no reside en la cantidad de personas que usted conoce, seguramente esto tendrá algún limite, la grandeza reside en la cantidad de individuos que conocen sus allegados y en la cantidad de personas que conocen los allegados de sus amigos y así sucesivamente. Como puede apreciar esto no tiene límite, por ello considero que es un capital, un impulsor de riqueza sin fin. 

 

Las relaciones producen dinero: El Capital Relacional comienza a ser un generador de riqueza cuando se cultivan los vínculos propios y se extienden por medio de los vínculos de nuestros allegados. Seguramente en este juego de relaciones habrán espacios para  iniciar negocios que permiten que los relacionados se beneficien de las transacciones personales y grupales, esto es lo que se denomina: Generación de riqueza a través  del capital relacional. Podemos apreciar en el Capital Relacional una oportunidad para relacionarnos ampliamente con las personas para descubrir un mundo de posibilidades relacionales, económicas, sociales entre muchas otras.

 

Desde nuestra concepción nos relacionamos con otras personas, siempre estamos vinculados con otros ya sea para trabajar, convivir,  estudiar, viajar, divertirnos y para casi todos los actos de nuestra vida. Por ello defino que somos seres relacionales, nuestra naturaleza se orienta a la convivencia con el otro. Todos necesitamos de otras personas para desarrollarnos efectivamente. Comprender este postulado nos permite aclarar que todas las personas poseen Capital Relacional, desde este punto de vista, todos gozamos de gran riqueza que pocas veces apreciamos y escasamente explotamos productivamente.

 

La riqueza de una persona se podría definir por los activos que esta posee y por la cantidad de réditos que produce continuamente, seguramente no apreciamos nuestras relaciones interpersonales como un activo productivo, sin embargo, las relaciones de cada individuo representan oportunidades en diferentes áreas. Gracias a sus relaciones usted conoce a diferentes personas con las cuales sostiene amistades y probablemente habrá realizado negocios, empresas, transacciones y nuevas amistades que le han permitido ampliar su red relacional.

 

Son muchas las cosas que suceden a través del Capital Relacional de las personas, gracias a este, conocemos nuevos amigos, desarrollamos emprendimientos, iniciamos relaciones amorosas y hasta tenemos hijos. Si el lector es casado, amablemente le sugiero detener su lectura para que recuerde donde y a través de quien conoció a su pareja, una vez realice esta conexión mental podrá apreciar que las relaciones producen frutos muchas veces de un valor incalculable, por ello las relaciones son un verdadero capital para quienes saben aprovechar algo tan común pero tan poderoso como es su red relacional.

 

Analice la cantidad de relaciones, contactos y acercamientos que usted tiene con otras personas en un día común. Usted se relaciona con amigos, compañeros de trabajo, clientes, proveedores, desconocidos, personas a quien usted sirve y personas que le sirven a usted entre muchas otras. Son tantas las personas con quien frecuentemente usted se relaciona que pierde de vista el valor que poseen dichas relaciones. Por muy simple que parezca un contacto, este tiene su propio Capital Relacional y por ende, si se relacionara un poco más con esta persona podría ampliar su Capital Relacional. Cada persona significa un puente que nos conecta con muchas personas más, esto representa un sinfín de oportunidades de crecimiento y mejoramiento. Si exploramos el Capital Relacional que poseemos nosotros y las demás personas que conocemos o que pudiéramos llegar a conocer, estaríamos extendiendo nuestras oportunidades y por ende mejoraríamos nuestro futuro.

 

De la calidad de las relaciones que sostengamos con las demás personas depende en gran parte la riqueza de nuestro Capital Relacional. Estamos tan ocupados en el desarrollo de nuestras actividades que no queda tiempo para relacionarnos ampliamente con los demás, un error que repetimos continuamente. Las relaciones estrechas las reservamos para la familia y los mejores amigos, aunque esto es importante, suele ser una limitante para generar riqueza mediante el Capital Relacional. Si desea ampliar sus oportunidades amplíe entonces su Capital Relacional, conozca más personas y relaciónese un poco más con ellas; de estas interacciones surgen las oportunidades.

 

*Nelson Abdul

 

Presidente de la Organización Vivir Mejor.

Creador del Sistema de Formación en Liderazgo Optimus.

nelsonabdul@yahoo.com

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