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Por Carlos Antonio Espinosa Pérez*

Así se titula la edición del 24 de septiembre la revista THE ECONOMIST, para plantear como tema de fondo la inevitable subida de impuestos en los países desarrollados para intentar reducir los monumentales deficits que hoy en día aquejan a esas economías.

El tema en Colombia es igualmente válido, no solamente por los enormes gastos que el Estado (irresponsablemente en mi opinión) se ha comprometido a realizar, sino además y sobre todo por ello, por el discurso agresivo que el actual Director General de la DIAN viene utilizando hace unos meses.

Y es que tal como con  fino humor bogotano afirma un  amigo, no es tanto lo que a uno le dicen sino el “tonito” que se utiliza.

The Economist concluye que hay buenas y malas formas de hacer que los ricos y en general los contribuyentes, asuman una carga adicional para estabilizar las economías nacionales.

Los contribuyentes Colombianos, aquellos que estamos en la legalidad y pagamos cumplida y silenciosamente nuestros impuestos (1), no somos capaces nunca de reivindicar nuestros derechos y exigir del Estado. Aquí solo exigen quienes no contribuyen y si bien claramente el rol del Estado Social de Derecho es atender las necesidades de los desposeídos y ello constituye la base del principio de progresividad tributaria, no lo es menos que quienes pagan sus impuestos pueden y deben exigir.

Con acierto la revista THE ECONOMIST, afirma que hay que ser muy cautelosos en desatar esta especie de vindicta social contra las personas de altos ingresos.

No puede olvidarse que la factura del Estado la pagan en forma sustancial esas personas y que hoy en día, la movilidad del capital permite fácilmente mover un patrimonio y los ingresos de un territorio a otro.

A nivel mundial ha hecho carrera invocar la ahora denominada “Regla Buffet” (2) para justificar este discurso agresivo contra los que tienen más y caer en ese discurso demagógico es  muy peligroso, en especial en economías sensibles a la movilidad del capital extranjero como la nuestra.

Hablar sin control y sin medir las consecuencias de lo que se dice es tanto más grave cuando lo hace quién tiene responsabilidades estatales, podría incluso el Director de la DIAN dar una ojeada a los textos de Omar Khayyam para entender los nocivos efectos de las palabras pronunciadas.

En su discurso, comete el Director errores de técnica garrafales, como cuando para ejemplificar la evasión del impuesto al patrimonio (impuesto absurdo, anti técnico  y que como en otra columna afirmamos, ha ocasionado un freno súbito en la creación de riqueza dado que todos sabemos que el mismo se volverá permanente) mencionó que en Cartagena muy pocas personas pagaban ese impuesto, a pesar del multimillonario precio de muchos apartamentos y residencias. Omitió considerar que ese impuesto se declara y paga donde reside el contribuyente y no donde está el activo, con lo cual, siendo esas residencias vacacionales, los propietarios no declaran en Cartagena.

Pero es que además, el objetivo de evitar que se eludan impuestos adquiriendo propiedades con vehículos extranjeros (objetivo por demás plausible y deseable para dar vigencia real al principio de igualdad) se logra con un sencillo artículo, que bien podría aprobarse en esta legislatura. Bastaría con establecer que “la posesión de activos en el país por no residentes, sin importar que estos generen o no ingresos o que estos últimos se encuentren sometidos a retención en la fuente, genera para el no residente la obligación de contribuir en idéntica forma y condiciones a las que resulten aplicables para los residentes en el país”.

Con eso, automáticamente esos propietarios tendrían que declarar renta en Colombia, y al ser contribuyentes también tendrían que pagar el impuesto al patrimonio.

Finalmente, es innegable que el sistema Colombiano requiere un ajuste severo, pero ese ajuste tiene que empezar por reconocer, que la invocación de la Regla Buffet tiene que llevar a que las ganancias de capital tributen nuevamente (las utilidades en Bolsa están de facto exentas de impuesto de renta lo que es  un absurdo), a desmontar de una vez por todas la casi totalidad de los tratamientos de favor que existen en el Estatuto Tributario para mantener solo aquellos que tienen verdadera incidencia social.

Para eso,  no hace falta ni el discurso de plaza pùblica ni una gran reforma estructural, tan solo un artículo, que expresamente derogue todos esos beneficios que ya no tienen justificación colectiva.

Razón tenía Peter Drucker, las soluciones deben ser sencillas, pues las soluciones complicadas no funcionan y agregaría el suscrito, porque estas últimas abren espacio a los lobbystas.

Hecho ello, podemos pensar en migrar a las tarifas planas, que son el camino de la fiscalidad moderna, permitiendo que la administración tributaria se concentre, no como siempre en los contribuyentes que cumplen sus obligaciones, sino en los evasores, pues allí está el crecimiento real de la tributación.

 

* Abogado y consultor. Ex Director General de Impuestos y Aduanas Nacionales. (carlose1@cable.net.co)

(1) Para efectos de permitir al lector juzgar estas breves palabras, el suscrito manifiesta que es contribuyente del impuestos sobre la renta y sujeto pasivo y obligado al pago respecto del impuesto al patrimonio.

(2) Así denominada para referirse a la frase pronunciada por el billonario Warren Buffet para afirmar que algo tenía que estar mal en el sistema fiscal americano cuando su tasa de impuesto de renta era inferior a la de su secretaria.

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