Estamos al final de otra ruta frustrada hacia una Colombia mejor.
La esperanza de una Colombia en paz, la modernización de su infraestructura, la capacidad de juzgar y penalizar a corruptos, vinieron de donde vinieren, la opción de reducir los niveles vergonzosos de iniquidad, etc.,etc., todo ello, se ha ido al traste. Otra ilusión perdida. Otra esperanza que se frustra. Y, todo ello ¿por qué?
Los argumentos pueden ser muchos: que la mala leche de la oposición; que el deterioro del entorno económico internacional; que la crisis de Venezuela; que la crisis de las materias primas; etc., etc.
La realidad, es que estamos ante la evidencia de una crisis de liderazgo que ha hecho que, «una buena idea, se haya convertido en una mala idea», por falta de claridad en la comunicación y de carácter del líder para sacarla adelante, con sentido práctico, claridad y sin titubeos.
La verdad es que, cuando escribí estas palabras: «La paz sin liderazgo, está corriendo grave riesgo» Me quedé corto. He debido escribir: el país sin jiderazgo, está corriendo grava riesgo.
Es lo que ahora vemos y sentimos. Son innumerables los avisos de propiedades que se venden, arriendan y, parece que hasta sus propietarios quisieran regalarlas a los bancos para no verse agobiados por las deudas que los acosan.
Es como si el desastre económico de los últimos cinco años del siglo pasado tendiera a repetirse. El país hoy, parece manejado con los mismos criterios de mediocridad del líder de aquellas épocas. Ese que ahora se monta en el bus e su contradictor, con el mismo sentido oportunista que ha mostrado toda su vida política.
No solamente se detecta una falta de claridad en las comunicaciones, sino que los diagnósticos sobre la problemática del país, en todos sus frentes, se evidencian contradictorios cuanto más se manifiestan los miembros del equipo de gobierno.
Es el síntoma más evidente de la falta de liderazgo y, por tanto, de coordinación de quien debiera estar liderando, adecuadamente, su equipo.
Esto produce otra situación altamente peligrosa para la comunidad: desconcierto y desconfianza. Ya no hay quienes sigan con fe y seguridad al líder. Porque ya no hay un horizonte claro:
El de la paz, parece ya perdido y difuso, en la medida que su líder se dejó enredar en las trampas de su contradictor, permanente. El de la economía, por la falta de sentido práctico y gestión. Y, el de lo social, como evidente coronario de todo lo anterior, se evidencia en el pesimismo generalizado y el descontento que se manifiesta en paros cívicos y gremiales, por doquier, atizados por la ineficiencia del gobierno y su confusión que ya le impide determinar las prioridades para atender tan urgentes y diversas demandas de promesas reiteradamente incumplidas.
Ahora, solo queda esperar, nuevamente, un cambio. Un cambio que permita corregir el rumbo y determinar un destino claro pero, con la angustia de siempre, de un país pobre y subdesarrollado, acosado por salir de si desgarrador retraso..
Todo parece depender de los vientos que soplan las velas de este barco que, a su vez, nos conducirá a cualquier parte; pues seguimos sin capitán y, entre los tripulantes, los que se perfilan como alternativa, salvo muy contadas excepciones, a los.que sus perversos competidores no permitirán surgir, seguirán dispuestos a buscar la opción de mando, para satisfacer sus rencores y deseos de venganza y corrupción, a costa de los pobres y desposeídos, que aún no terminan de pagar, con el hambre, la miseria y abandono, la desgracia de haber nacido en Colombia.