Apreciado Nelson:

Buen reto el que me propones: animar a la juventud a encontrar salidas constructivas y positivas en medio de las inmensas dificultades que les acosan y las pocas, por no decir nulas, oportunidades de desarrollo solcial que la situación del país les ofrece.

Evidentemente, la tendencia general, de alguna parte de la sociedad — aquella que, hasta ahora, logra sobrevivir cómodamente, en medio de esta crisis social aguda que se evidencia —, tiende a pensar que, la descomposición social, es producto de las fuerzas oscuras de la izquierda que pretenden desestabilizar el regimen y atentan contra el “startu quo”.  Ese diagnóstico es correcto, pero las causas de la situación son las que se deben analizar con cuidado para no equivocarse y es lo que aquí, querido amigo, quiero plantearte.

Tenemos una sociedad en la que la presencia del Estado es nula o casi nula, no solamente por la ausencia de la policía y las fuerzas del orden, sino, porque no hay presencia de los estamentos de justicia en  la mayoría del territorio nacional y, en la mínima parte donde se encuentran, como las grandes ciudades del país, las instituciones que han sido creadas para hacer justicia, las han permeado otras fuerzas oscuras que las enredan e impiden su correcto funcionamiento, como: el exceso de burocracia, la complejidad de la legislación y la corrupción que la carcome hasta los huesos, en la medida en que pierde independencia y cae en las redes de las mafias y la ambición política de los politiqueros que buscan hacerla un instrumento de sus jugadas, para bloquear al oponente y descalificarlo del libre juego de las oportunidades fundamentales que todos los ciudadanos deberían tener por igual.

El territorio nacional y aun, las grandes ciudades, se ven afectadas por esa falta de presencia del Estado, lo que las lleva a tener que enfrentar, por sus propios medios y sin recursos de ninguna clase, sus necesidades fundamentales de educación, salud, alimento, techo y, lo más importante, sin disponer de herramientas que permitan impartir justicia de manera imparcial y adecuada a las realidades de las circunstancias que viven las regiones.

El problema es realmente grave y radica en la falta de ética y conductas morales de los líderes sociales que podrían conducir al cambio que el país requiere y que se encuentran radicados en las grandes ciudades, desde las cuales, por medios políticos y mecanismos legales, prodrían tomar la decision de renovarlas para ese país marginado que constituye más del 70% del territorio nacional; pero, no lo hacen.

Esto no se logra, debido a las pobres condiciones culturales que presenta esa clase dirigente que, en buena parte, ha heredado los odios politicos que conducen las aguas que producen la violencia en todo el territorio nacional. Es una condición histórica que marca la cadena genética de los colombianos, desde el nacimiento mismo de la creación de la Nacion. 

El país se acostumbró a imponer la ley del más fuerte e irrespetar la condición humana de todos y cada uno de los ciudadanos. La gran mayoría de aquellos que tendrían los medios para resolver el problema, no lo hacen, porque su posición de liderazgo —consideran, de manera estúpida—, podría perderse, si la mayoría de la población del país se educa, cuenta con salud, alimento, vivienda y un techo digno. 

Este es el gran reto: llevar la presencia del Estado, que no son la fuerzas armadas, a todo el país, incluida toda la extension de sus fronteras y los rincones más apartados, donde la violencia, por las causas expuestas, es más aguda y despiadada.

Para ello, se requiere: lograr una transformación social radical, que implica un cambio cultural (Educación) que rompa con los viejos vicios de discriminación y corrupción que hemos comentado. Un espíritu de solidaridad, que no ha sido perdido; sino que este país nunca ha tenido (Etica). Un espíritu emprendedor que anime a los empresarios a confiar en las instituciones y las oportunidades que se pueden encontrar en todo el territorio nacional, distribuyendo riqueza por medio de la generación de empleos dignos (Economía social). Y, finalmente, un sentido de amor por la patria que nos lleve a reconocer y respetar nuestras raíces, como fundamento de la sociedad, para construir sobre ellas, orgullosos de nuestra identidad, sin afiliarnos a estereotipos internacionales que nos llevan a despreciar nuestra esencia nacional y rebajarla, en muchos casos, avergonzándonos de ella.

No he hablado aquí del sector financiero que, aunque es parte del tema económico, evidencia la crisis más aguda, al administrar el monopolio del dinero que presta a sus clientes —los mismos de los cuales se nutre—, a tasas, hasta 15 veces más altas de las que reconoce a sus proveedores de capital. Es un negocio más perverso que el de la coca que ha causado buena parte de las condiciones de pobreza,  inequidad y falta de oportunidades, que erosiona sin piedad a la sociedad colombiana.

No me extiendo más por temor a cansarte, pero, esto es lo que pienso sobre nuestra pobre y vapuleada Colombia

Con sincero aprecio

Jairo