Solamente hay dos actores que pueden generar empleo: los empresarios de todos los sectores y el Estado.

Los primeros, lo crean en función de la demanda agregada que haya de bienes y servicios. Si no hay demanda, no hay empresas y si no hay empresas no hay empleos. En este sentido, los esfuerzos del gobierno debería orientarse a crear demanda. ¿Y cómo lo puede hacer? Rebajando los impuestos al consumo, incrementando los aranceles a los productos finales importados que tengan producción nacional, promoviendo la competencia entre productores nacionales y evitando la concentración de monopolios y oligopolios que promueven la inflación y atentan con la innovación y modernización empresarial que el país requiere para exportar.

El segundo, incrementando la inversión en infraestructura. Esto mejora las condiciones de vida de los consumidores, le da mayor competitividad a los empresarios y crea un mejor ambiente y confianza para hacer negocios por parte de empresarios y consumidores.

El gobierno debe entender que el mercado laboral no cambia por estímulos entregados a las empresas para que contraten más empleados, si estos no los requieren, porque la demanda de sus productos no aumenta.

La falta de entendimiento de estos elementales principios de la economía, no se resuelve con decretos que le alivien, en parte, el pago de salarios de nuevos trabajadores a los empleadores. Entre otras cosas, porque los empresarios no están dispuestos a incrementar sus costos laborales sin que haya una demanda agregada que lo justifique. Ni gratis los recibirían los empresarios, porque solo administramos les implica costos que no están dispuestos a pagar porque le quita competitividad. Por favor, no olvidemos la ley de los rendimientos decrecientes.

Estas medidas anunciadas para generar empleo, denotan ignorancia y soberbia de quienes toman estas decisiones de gobierno, que generan expectativas imposibles de cumplir y son peligrosamente populistas.