Hay liderazgos perversos.

Ellos son propios de las posiciones farisaicas que claman justicia sin ser capaces de trascender al perdón.

Descartan cualquier acción misericordiosa que no esté enmarcada en la ley.

Proclaman la guerra, porque hay que eliminar al que piensa diferente y se haya equivocado en su andar.

Condenan las transgresiones a la ley, pero ellos mismos la incumplen para alcanzar logros en su propio beneficio.

Compran conciencias, hacen trampa, espían en forma ilícita, instigan a la violencia, eliminan al contrario.

Y, son capaces, en su perversidad, de comprometer con sus ilícitos a sus amigos y seguidores que actúan de buena fe, cegados por el espíritu de lealtad a ese líder perverso que los induce, aprovechando su entrega y confianza, a gestiones equivocadas e ilícitas.

Seguidores, tratados por su líder como idiotas útiles que solamente se dan cuenta de la fatalidad de sus acciones con posterioridad al hecho. Lo que los lleva a terminar en la cárcel o ad portas de ella.

Todo esto, mientras su perverso líder, sigue haciendo de las suyas, protegido por los fueros en que su inteligencia malévola, le ha permitido camuflarse.

Solamente el comportamiento ético de quién acepta y reconoce al otro como diferente; y es capaz de perdonar para poder convivir en paz, da garantía de estabilidad y progreso a la sociedad.

De otra manera, vivimos con la desconfianza propia de los mafiosos y nos vemos obligados a someternos a la ley que impone el más fuerte: el que tiene las armas, sabe cómo usarlas y es capaz de todos los crímenes imaginables, para imponer su voluntad y evitar que haya alguien que difiera de su pensamiento.

!Dios salve a Colombia de semejante engendro¡