Son días de quietud y reflexión sobre nuestras acciones y comportamientos que, seguramente, han influido, para bien o para mal, en el actuar o manera de pensar entre algunos de los que nos han acompañado por el camino que hemos recorrido últimamente..

De esos comportamientos, pensamientos y formas de actuar, se derivan experiencias que, sin quererlo, también cambian nuestra manera de ser en múltiples aspectos.

Nos dan esperanza, pero también, tienden a fomentar sentimientos de angustia sobre tan incierto futuro y la posibilidad de influir, en medio de tanta incertidumbre, provocada por una sensación de resignación que tiende a invadirnos cuando vemos que no podemos hacer nada para cambiarlo.

Ello, creemos, se debe a que el mundo en que hemos sido colocados no nos pertenece y es administrado por personas ajenas a los sentimientos de solidaridad, caridad y servicio en que los que creemos en Cristo, nos hemos formado.

Muchos de los mal llamados líderes de opinión, confunden aquellos que se camuflan bajo el calificativo de cristianos, con los verdaderos cristianos. Su ignorancia consentida con el tema, los lleva a colocar a los cristianos del lado de la injusticia y el rencor, simplemente, porque algunos de los mal llamados líderes de nuestra sociedad se titulan y hablan como tales pero su accionar no corresponden con lo que predican ser.

«Al comentar la carta de San Pablo a los Gálatas de la liturgia del día, el Santo Padre denunció la actitud de los fariseos que se observa en el relato: “Vosotros fariseos limpiáis el exterior de los vasos y de los platos, pero vuestro interior está lleno de avidez y de maldad”.

“Esto Jesús se lo repite muchas veces en el Evangelio a esta gente: ‘vuestro interior es malvado, no es justo, no es libre. Sois esclavos porque no habéis aceptado la justicia que viene de Dios, la justicia que nos ha dado Jesús”.»

(https://www.aciprensa.com/noticias/quieres-echar-de-ti-el-egoismo-la-codicia-y-la-soberbia-el-papa-te-da-este-consejo-39027/)

La política del «todo vale» ya suficientemente manifestada de tiempo atrás y ratificada en este plebiscito, ha confundido, de tal manera las cosas, que a lo blanco lo tildan de negro y viceversa. Sin escrúpulos y sin el más elemental reconocimiento de la realidad que nos circunda.

Cuando la Iglesia Católica, desde el concilio Vaticano II, se propuso ratificar su posición cristiana de la opción por los pobres, ha quedado muy clara la reconfirmación del pensamiento de Jesús al respecto. Ella propone una pobreza espiritual que hace que el rico no se apegue a sus bienes materiales y que el pobre no pierda la esperanza de una vida mejor en este mundo con un premio maravilloso en el cielo.

Pero, esa manifestación cristiana se transforma, en este mundo, en una ética cristiana. Es necesario adoptar una manera de ser, de pensar y de actuar acorde con este pensamiento, mientras pasamos por este mundo cumpliendo con el mandamiento de Cristo: «Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos»

Es claro que: «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti» (San Agustín). En ello está la sustancia del milagro de la Salvación. Tenemos que alcanzarlo y estamos aquí, en este mundo, para lograrlo. Pero, todo ello depende de la manera como en la vida ordinaria, aquí abajo, logramos merecer por nuestras acciones, acompañados de la Gracia de Dios, para alcanzar la vida eterna prometida.

Esa ética cristiana que con nuestro comportamiento nos traerá nuestra salvación o condenación definitiva, es la carta de navegación de cualquier cristiano y tiene que ver con ese mandamiento único que solamente considera el perdón, la caridad y el servicio como formas de comportamiento verdaderamente cristianos. Aspectos ajenos a todo lo que tenga que ver con la soberbia, la venganza y el rencor.

Mientras esto no se supere, seguiremos en esta guerra que no se gana con las armas sino con nuestra capacidad de darnos al otro con ánimo de ayuda y auxilio cristiano que, los que se examinan sin desprenderse de su propia vanidad, nunca van a entender

Por eso considero muy oportuna la reflexión del Papa en Santa Marta (Roma).

«Para ilustrar su mensaje, Francisco contó una anécdota de su infancia: “Me acuerdo de que, por carnaval, cuando éramos niños, la abuela nos hacía unos bizcochos. Se trataba de una pasta muy fina. Después la echaba en el aceite y aquella pasta se hinchaba. Sin embargo, cuando comenzábamos a comerla, descubríamos que estaba vacía por dentro. Y la abuela nos decía: ‘Así son las mentiras: grandes por fuera, pero vacías por dentro. No tienen nada de verdad, no tienen nada de sustancia’. Y Jesús dice ‘Estad atentos a la levadura mala, la de los fariseos’: la hipocresía”.»

(https://www.aciprensa.com/noticias/eres-un-hipocrita-y-un-mentiroso-papa-francisco-tiene-algo-que-decirte-16458/)