En las próximas entregas, vamos a enfocarnos en los temas propios de un sector que está retado por una transformación del mercado derivada del cambio demográfico de la población y la dinámica de intercambio cultural debida a la globalización, que hace que las nuevas generaciones tengan que adaptarse, muy rápida y de manera sensible, a las circunstancias sociales que, producto de la dinámica de cambio tan acelerado que vivimos, exigen preparaciones adecuadas para adaptar las actitudes y aptitudes de las personas a nuevos tiempos y, sobre todo, a lo que, a futuro, pueden ser escenarios de mayor exigencia para los actores que tengan que desempeñarse, profesional y socialmente, en tales ambientes hoy imprevisibles.

Esto afecta, de manera importante, los procesos de formación de los individuos que empiezan a desarrollar su cuerpo, su mente y su espíritu, en los colegios y escuelas, desde los primeros grados de estas instituciones, hasta la universidad. Incluidos los programas de postgrado, doctorado y post doctorado.

Este proceso formativo está retado a enfrentar los desafíos educativos para poder tener las competencias adecuadas, no solamente para desempeñarse bien en la cadena que está conformada por los diferentes eslabones del proceso; sino que, además, pretende preparar a las personas que lo transitan para poder desempeñarse en la sociedad del futuro, a la que se integrarán aportando sus capacidades personales en cada uno de los frentes que constituyen su integralidad. Lo que les permitirá desempeñarse adecuadamente a las diferentes comunidades sociales de su tiempo.

Todo esto está ligado a aspectos como la tecnología y la diversidad de opciones que se ofrecen para la realización del trabajo, en cualquiera de las disciplinas conocidas e imaginables. Empezando por los primeros ordenadores de información y los primeros algoritmos que permitieron intercambiar información de manera inmediata. Aquellos que luego iniciaron el proceso que hoy conocemos como inteligencia artificial, cuando las fórmulas matemáticas se integraron a la tecnología informática y permitían obtener resultados confiables en espacios inmediatos de tiempo. Hasta la acumulación, ordenamiento y relacionamiento de la información para almacenarla en grandes espacios digitales que hoy llamamos “la Nube”. Intercambiarla y confrontarla a velocidades cuánticas para sacar conclusiones que se refieren a lo que piensan la mayoría de los entendidos en múltiples materias. Todo ello nos introduce en un mundo nuevo que hace que el desperdicio del tiempo, en el proceso de la toma de decisiones, se reduzca de manera fantástica, haciendo mucho más eficientes los procesos de investigación, desarrollo e innovación, en cualquiera de los frentes en que se desempeñan las personas.

Esto es parte integral del mundo de hoy en que vivimos y, más que verlo como una amenaza, debemos enfrentarlo como una gran oportunidad para lograr nuestro propósito de ser personas cada día más humanas, solidarias, organizadas y creativas, para, de esta manera, lograr un mayor bienestar personal y comunitario.

Los horizontes se expanden de manera acelerada. El tema de la supervivencia de la especie, se encuentra más dependiente de los procesos de desarrollo tecnológico que muestran que el gran reto de supervivencia de la humanidad está también atado a la necesidad de expandir nuestra especie por todo el universo. Una nueva era que retará a la humanidad a llevar su presencia a nuevos ambientes espaciales ante la inminencia de un desastre mundial generado por la posibilidad, cada vez más cierta, de una guerra nuclear en que, a corto plazo, nos podemos ver enfrentados. Y, si superamos esto, el destino final de la tierra, que ahora está determinado por el calentamiento global, no evitará que la expansión permanente del sol nos lleve a un nivel de extinción de la vida y de la tierra en un futuro que, en términos siderales, puede pensarse como de corto plazo para futuras generaciones.

Ahora bien, volviendo al corto plazo, que es lo que más nos apremia; la evolución tecnológica y cultural se hace cada vez más acelerada. Por lo que las herramientas de las que hoy disponemos para gestionar nuestro trabajo y desempeñarnos adecuadamente a nuestras necesidades en sociedad y que son las que mostramos a nuestros estudiantes, no serán aquellas de las que dispongan estos en el futuro. Es por ello que ahora, más que antes, debemos dejar de enseñar, para proceder a acompañar los procesos de formación, buscando que los estudiantes desarrollen su capacidad de investigar y aprender a aprender por sí mismos. El mañana está determinado por la capacidad creativa de nuestra especie y ella empieza por la habilidad de interpretación de los fenómenos que nos rodean y las implicaciones que ellos tiene para el individuo y las comunidades que pueden ver los resultados de sus investigaciones como oportunidades o amenazas ante las cuales se deben definir planes de acción.

El reto que cada vez se hace más evidente se refiere a la capacidad que deben desarrollar los individuos para tomar decisiones más apropiadas a la conveniencia de su desarrollo y de la especie. Ello depende de la habilidad con que se integre el manejo de la inteligencia artificial a la vida ordinaria de las comunidades.

La formación exige consolidar, aún más, las capacidades cognitivas, actitudes y aptitudes de los individuos para poder tomar decisiones, sabiendo seleccionar el cúmulo de información casi infinita que nos propone la inteligencia artificial.

En esto tiene mucho que ver el criterio con que se manejan las herramientas informáticas de todo tipo, lo cual se logra como producto de una buena formación teórica pero, fundamentalmente, de la obtenida por vía de la experiencia vivida en cada una de las circunstancias en que las personas deben desempeñarse.