Vamos…, ¡adelante todos! El país es una empresa social. Tal vez, la mayor que pueda imaginar un ciudadano. La diversidad de clientes y el trabajo variado que la relacionan con una diversidad de grupos de interés tan diferentes, exige equilibrio para tomar decisiones y enfoque para dirigirlas a cada nicho, de manera particular y acorde con las necesidades de los públicos con que se relacionan.

Un presidente de una nación es un gerente que debe tener formación y experiencia suficiente en lo que atañe a la sociedad toda que espera de él repuestas apropiadas para cada uno de los segmentos que la componen.

Si bien, su cargo se debe, en una democracia, a la expresión libre y espontánea de un grupo de electores, no por ello debe responder exclusivamente a los intereses de ese grupo societariamente. Su responsabilidad recae sobre toda la sociedad como un todo, independientemente de su número y diversidad de pensamiento o creencias.

El liderazgo, que se evidencia en la disposición plena de la comunidad para aceptar y seguir su orientación, va a depender de su habilidad para interpretar y responder a todos los grupos de interés con los que se relaciona su gestión. De la manera como ello se perciba por toda la sociedad, va a depender la estabilidad y la armonía necesaria para avanzar.

No es un tema de pretender imponer una sola ideología a unas comunidades diversas con diferentes maneras de pensar y concebir el mundo. Se trata de respetar y saber aprovechar esa diversidad para beneficio de la población como un todo, teniendo la autoridad moral suficiente para guiar y hacerse apreciar por su comprensión evidente de las particularidades de cada individuo y grupo social; de manera que permita su expresión por los canales democráticos más amplios posibles. Ese respeto parte del reconocimiento incondicional de la dignidad de la persona humana. Independientemente de sus condiciones sociales, económicas y culturales.

Mientras ello no se dé, no habrá paz ni armonía suficiente para recorrer una senda de progreso y desarrollo armónico. Proceder en contrario, es propiciar un ambiente de inseguridad social que, cuando se acentúa, terminan en desorden y violencia, generados por quienes se sienten excluidos de los procesos de gobierno que los deberían contemplar y beneficiar.

Ese entendimiento de la diversidad social, es condición necesaria para dirigir una nación, si se quiere gobernar con equidad y justicia. No entenderlo es, para un presidente, la causa de su fracaso por la vía del rechazo generalizado de la población.

El mejor bien que pueda encontrar una nación es producto de la decisión popular que, al elegir el líder que la oriente, se decide por aquel que cumpla con estos principios generales fundamentales de buen gobierno que hacen de una nación un buen lugar para vivir y realizarse como persona, independientemente de las características que tenga y que atiende a su condición de persona única e irrepetible.