El gobierno, presionado por las siderúrgicas nacionales, ha decidido incrementar los aranceles al acero que procede del exterior.

La industria de transformación del acero en Colombia está conformada por múltiples empresas medianas y pequeñas que han venido generando empleo y compitiendo, dentro del mercado nacional, con importadores de productos de acero transformado procedentes de otros países, que sí tienen facilidad de acceso a la oferta internacional de acero a precios internacionales. Varías de ellas, han sido exitosas abriendo mercados de exportación y generando divisas para el país, en medio de un ambiente de internacionalización altamente competido, pudiendo mostrar logros importantes que están generando valor agregado nacional y empleo para muchas familias.

No es la hora de frenar este desarrollo exportador colombiano, ni tampoco de propiciar la penetración, en el mercado nacional, de productos derivados del acero de empresas internacionales que competirían en el mercado interno con productos manufacturados elaborados con materias primas más económicas.

El tema de la falta de competitividad de la industria siderúrgica nacional no puede ser resuelto a costa del sector transformador colombiano. Este problema hay que resolverlo dentro de los linderos de ese mismo sector, sin esperar que sus clientes tengan que sacrificar sus mercados para salvar una industria que, de todas maneras, perecería por falta de clientes que no podrían vender sus productos elaborados con materia primas tan costosas como las que pretenden suministrar las siderúrgicas nacionales.

La industria siderúrgica, en el mundo, depende de su capacidad de extracción y procesamiento eficiente. Ello involucra la calidad de los yacimientos mineros, el “know how” y la tecnología involucrada; lo que, para lograrse cambiar, exige capital. Ese es el punto que debe tener en cuenta el Estado, antes de pretender dañar otro sector por la falta de un diagnóstico acertado de la circunstancia de la industria extractiva proveedora del acero nacional.