Empezaba una nueva semana y tenía que presentarme ante el superintendente técnico de la planta, Señor Pastor Fernandez.
Me comunicó, que mi función sería asistirlo en todos los temas relativos a la evaluación técnica y económica de los proyectos en desarrollo que tenia GRIVAL en ese momento, más los que la misma superintendencia o la gerencia general determinaran. Para ello, era necesario que tuviera una capacitación adecuada en los temas relativos a los desarrollos que correspondían a la ingeniería basada en materias primas plásticas y los temas micro y macro económicos necesarios a considerar en la evaluación de los proyectos que se vinieran adelantando.
Me explicó que los temas técnicos los adelantaría con él y el responsable de la división de plásticos; y, los económicos, con el Doctor José María Ramirez, gerente financiero de la compañía.
Era mi primer reto como estudiante en práctica y, la verdad, me sentía muy nervioso con esta situación y los desafíos que se me proponían, pues, si bien, había tenido clases de micro y macro economía en la Universidad de Los Andes, con profesores tan buenos como el Doctor Enrique Ogliastri, mi condición de ingeniero me hacía pensar que no estaba preparado para estas lides.
Estaba próximo a empezar a entender que las habilidades se desarrollan en medio de la praxis de los trabajos que en la vida se enfrentan y que, la universidad, solamente nos ha dado la posibilidad de entender métodos y procedimientos que nos permiten comunicarnos entre especialistas, además de formarnos en un disciplina de estudio y trabajo que nos servirá, si lo hacemos responsablemente, para toda nuestra vida profesional y el trabajo ordinario en cada una de las actividades que enfrentaríamos en nuestra larga o corta existencia.
El proceso de producción de las piezas plásticas que irían reemplazando, poco a poco, las piezas de zamac y bronce, se realizaba en máquinas inyectoras de gran tamaño que, en medio de altas presiones y temperaturas, introducían el plástico líquido en todas las cavidades de los moldes de acero que, inicialmente, se fabricaban en el exterior, pero que, muy pronto, se producirían y repararían también en las instalaciones de GRIVAL, en lo que se denominaba el “Toolroom” o salón de herramientas, que contaba con instrumentos de muy alta tecnología para servicio de todo el equipamiento mecánico de la planta.
Mi mayor experiencia, en esta fase de mi vida, fue haber podido descubrir el manejo contable y financiero de una operación tan compleja y con tal variedad de elementos y piezas que rodaban por una gran diversidad de secciones donde, en cada una, recibía un mayor valor agregado, por los materiales y mano de obra involucrados.
¿Cómo costear cada uno de los elementos de esta amalgama tan compleja? Ese sería el insumo que, con la dedicación de el Doctor José María, iría recibiendo para complementar mi formación de ingeniero.
Nunca me imaginaría que esos conocimientos microeconómicos del manejo de una empresa, empezaban a formar los cimientos de quien sería un futuro administrador en la organización; ni que los emprendimientos que ayudaría a gestar en mi vida profesional, se deberían a tan importantes conocimientos de la práctica de los temas de la contabilidad y la economía empresarial que empezaba a conocer.
Un descubrimiento que me sorprendió muchísimo, en aquellos tiempos, y que aún me sorprende, por su ingenio y creatividad, fue el modelo contable basado en unidades tipo o estándar, que permitían relacionar los costos de las diferentes piezas, con la pieza de mayor volumen de producción. Esto, permitía establecer puntajes determinados por la relación de los costos presupuestados de las diferentes piezas, contra la unidad tipo o estándar; de manera que, el valor de la producción, calculado contra el número de unidades tipo o estándar producidos, permitía un cálculo muy preciso, a valores reales, no teóricos, de cada una de las piezas que se producían, lo que, en términos de fijación de precios, facilitaba el cálculo de los márgenes de cada una y las mejoras de las productividades logradas en tan diversos procesos involucrados.
Estas experiencias, unida a los manuales de evaluación de proyectos con que disponía la Organización Corona , le dieron sentido a mis conceptos de economía y me permitieron lograr lo que ni con un postgrado especializado hubiera podido alcanzar.