La buena persona es honesta con sigo mismo y con los demás.

Es transparente, no tiene sombras que oculten, ante los demás, lo que ella es, tal como es, sin maquillajes ni disfraces de ninguna clase, en ninguna circunstancia.

No juzga. Orienta y aconseja, en la medida de sus posibilidades y en los temas en los que se le reconoce su autoridad.

Su comportamiento genera confianza, en la medida en que se evidencia su responsabilidad y compromiso, consigo mismo y con los demás.

Es solidaria y, esa solidaridad, se manifiesta, cuando es capaz de poner los intereses de los demás por encima de los propios y sin motivo distinto del que nace de ayudar y colaborar con el prójimo, sin esperar nada a cambio.

Busca siempre la verdad y sabe cuán difícil es conocerla. Por ello, no duda en escuchar al otro, independientemente de su sabiduría y apreciando mucho su experiencia.

Sabe que cada persona es diferente y que esa diferencia es más grande en el mundo de las ideas. Más que en los aspectos físicos. Valora esas diferencias, las respeta y es consciente de que más se avanza hacia el encuentro de la verdad, cuánto más se avanza en el respeto de las diferencias que hacen al otro un ser único e irrepetible.

Sabe que uno más otro no son dos, cuando de la unión de voluntades se trata. Sabe que es mucho más y que ello depende de la diversidad de los miembros del equipo que avanzan hacia un mismo objetivo, pero, siempre, con el fin de encontrar la verdad de las cosas que, en la medida de su complejidad, seguramente, exigirán mayor diversidad de pensamiento.

Es plenamente consciente de lo que es como persona, de sus potencias, virtudes y defectos, con los que carga pleno de esperanza por ser cada día mejor y poder superar las dificultades.

Es consciente de sus emociones y que ellas pueden promoverlo o depreciarlo. Por ello, siempre busca en sí mismo y en los demás, los alicientes que estimulen sus potencias positivas: aquellas que coadyuvan a su superación y alcance de logros anhelados que le den la satisfacción física, mental y espiritual que, de manera integral, tanto necesita.

Comparte sus logros, con el ánimo de satisfacer las necesidades de los demás con el producido de sus potencias.

Y, por último, pero no menos importante, se reconoce infinita mente humano en medio del universo. Es decir: pequeño, limitado, impotente para muchas cosas, teniendo que enfrentar muchas dificultades.

Es consciente de que su alma será capaz de encontrar lo medios apropiados para alcanzar una Eternidad que, por sus realizaciones y su comportamiento como una buena persona, le asegurará el encuentro con esa Verdad anhelada, donde, !al fin!, podrá disfrutar La Paz que tanto habrá anhelado.