PARTE I
- Introducción
El presente trabajo tiene como propósito, determinar una propuesta para discusión en el seno de: la academia, las empresas y las instituciones públicas y privadas, respecto de lo que deben ser los fundamentos teóricos que den soporte al trabajo social dentro del contexto de la Responsabilidad Social de la Empresas y las Instituciones en general, con base en los principios cristianos y pastorales de caridad, propuestos en el Nuevo Testamento. Elaborados, de acuerdo con los requerimientos de la sociedad moderna y postindustrial. Los que se encuentran en diversos documentos de especialistas en la teoría del desarrollo, relacionada con el concepto de libertad, cuyas referencias están presentes en las propuestas que animan, en este sentido, los Papas recientes; partiendo de León XIII hasta Francisco, en nuestros días.
Esta concepción, ineludiblemente inspirada en los principios que deben regir cualquier marco teórico, en el orden de los que aquí nos proponemos lograr, requiere de la práctica y la academia, con el fin de dar soporte necesario y suficiente a las teorías que deben validarse e implementarse en medio de un ambiente altamente exigente y retador, con base en lo que las diferentes concepciones de los saberes de la teoría económica y social moderna proponen como desarrollo y estabilidad económica.
Partiremos, por tanto, de la transformación de los paradigmas de la economía que definen el “Estado del Arte”, y su relación con el concepto de desarrollo económico que sustenta sus raíces en los fundamentos de lo que se ha dado en llamar la economía moderna, pero que, en realidad, pertenecen a las propuestas de Adam Smith (Smith, Adam. La Riqueza de las Naciones. Aguilar, 1961), padre y gestor de los principios económicos que prevalecieron hasta el Consenso de Washington, en contraposición a lo que se puede ahora bien llamar como, la nueva economía, producto de componentes éticos, sociales, económicos y culturales que llevan a ver el desarrollo, según Amartya Sen (Sen Amartya. Desarrollo y Libertad. Planeta, 2000) como la expansión de las libertades efectivas de las que disfruta la gente.
El entendimiento de la persona humana como individuo, producto de una creación que lo hace único y diferente, aunado a la determinación genética de relacionarse en sociedad para construir modelos de organización que se fundan en el aprovechamiento de las fortalezas de unos para compensar las debilidades de otros, constituye el principio básico del objeto de conocimiento ético que aquí proponemos y que fundamenta las posibilidades de desarrollo de los individuos como personas en las sociedades conformadas por ellas mismas. Es, por tanto, una concepción dramáticamente diferenciada, que hace a cada persona humana única e irrepetible (Doctrina Social de la Iglesia Católica.131. Biblioteca Vaticana) en el devenir de la sociedad y la historia.
(Continuará)